Gigoló Deudor: «¿Estás volviendo a ser arrogante solo porque recuperaste tu trabajo?».
Su respuesta sonó exasperada. Adriana sabía cuándo parar y no llevar las cosas demasiado lejos. Su trabajo en el Corporativo Divinus le daba ocho mil al mes, mientras que Gigoló Deudor podía pagarle cinco mil en una buena noche. Aunque necesitaba mantener su autoridad como su jefa, sabía que no podía ser poco razonable. En caso de que él renunciara, ella se quedaría sin nada. «Aunque hay un contrato, no creo que pueda llevarlo a un tribunal.
Todavía debo aplacar a este Dios de la Riqueza, no, espera, quise decir Gigoló de la Riqueza». Con ese pensamiento en mente, Adriana lo calmó de forma rápida:
«Solo estoy bromeando. Te veré dentro de dos días y te compraré algunos suplementos. Sin embargo, no debes volver a echarme del auto. ¿Sabes lo mal que me sentí aquella noche?».
Gigoló Deudor: «¿Aprendiste la lección?».
Adriana: «Sí...».
Gigoló Deudor: «Entonces, compórtate la próxima vez».
Adriana se quedó sin palabras. «¿Ha leído demasiadas novelas románticas? Este Gigoló se está volviendo poco a poco más dominante. ¿Cree que está actuando en una película llamada "El Gigoló dominante se enamora de mí"? Espera... ¿Enamorarse?». Adriana se acordó en ese momento de la vez en Encanto Nocturno en la que lo vendió a tres señoras ricas. En ese momento, él la jaló de la manga y declaró:
—Te arrepentirás si te vas.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Los trillizos de un multimillonario