A la mañana siguiente, Adriana se apresuró a ir a su oficina y se alegró de no haber llegado tarde. El Señor Collado le trajo en persona el uniforme y la animó a trabajar duro. Después de cambiarse y ponerse la gorra, se veía elegante y seductora al mismo tiempo. Todo el grupo de jóvenes guardias de seguridad estaba hipnotizado, en especial David, que se sonrojó al verla.
—Hoy seguirás a David en sus rondas por el estacionamiento, como de costumbre. Rápido, que el auto del Presidente ya casi está aquí -ordenó el Señor Collado.
-¡Sí!
Adriana llevaba una bolsa muy fina mientras seguía a David.
—¿Qué es eso? —preguntó David.
—Lo descubrirás más tarde.
Sin perder de vista la entrada del estacionamiento, Adriana
vio por fin el Rolls-Royce Phantom y se apresuró a recibirlo.
—Buenos días, Señor Licano. —David abrió la puerta.
—¡Buenos días, Señor Licano! -Adriana levantó una bolsa con una sonrisa-. Su desayuno está listo.
—¿Mmm?
Dante levantó la ceja y miró a Adriana con interés.
-Pizza de La Bella Italia, sándwiches de carne del Listón Azul, café hecho a mano de San Lorenzo... todo como lo pidió —informó Adriana de forma alegre—. Señor Licano, he reflexionado sobre mi incompetencia la última vez. Anoche llamé a unos cuantos restaurantes para pedir la comida y los recogí por la mañana. No se preocupe, todo esto es de verdad. Incluso dejé los recibos dentro.
Mientras hablaba, Adriana buscó los recibos dentro de la bolsa.
-Por fin entiendes cuál es tu prioridad. -Dante sonrió de forma arrogante.
—Ja, ja... —Adriana sonrió con picardía—. Fui ignorante.
Espero que sea condescendiente conmigo y no lo tome en cuenta. Por favor, deme una oportunidad y le prometo que cambiaré.
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