Aun cuando lo hubiera llamado por nombre, Mariano no la respondió de inmediato.
Yadira tomó el móvil frente a los ojos para ver, después de afirmar que todavía estaba en la llamada, lo puso otra vez a su oído, dijo, -¿Hola?
Justo en ese momento, Fatima se le acercó. Yadira la miró y empujó el menú frente a ella.
Al siguiente, sonó nuevamente la voz de Mariano.
-Perdóname, Yadira, ahora tengo prisa. Tengo que colgar el teléfono.
-Entonces tú…
Él directamente terminó la llamada antes de que ella pudiera hablar de algo.
Lo dejó y miró la interfaz de la llamada colgada, volviéndose ceñuda.
¿Por qué le parecía que Mariano colgara el teléfono a propósito?
Como de costumbre, era un hombre esmerado y atento, independientemente de encontrarse con algo, también se portaba con calma, aparentando que nada había pasado.
Sin embargo, justo ahora su voz se oía un poco extraña.
En lo referente a la razón por la que era extraño, tampoco pudo inferir.
-¡Oye!
En el instante en que Fatima tendió la mano sacudiendo frente a Yadira, ésta volvió a concentrarse y la miró.
Fatima puso la otra mano sobre la mesa, inclinándose hacia adelante, -¿Qué estás pensando? No me haces ningún caso, aunque ya te he llamado varias veces.
Acababa de estar atenta a pensar en cosas, ni siquiera notó que la llamaba.
-Nada -Yadira bajó los ojos, y su vista se cayó en el menú frente de Fatima, -¿Listo?
Ella asintió con la cabeza, -Sí.
Al decir, tenía la mirada clavada en Yadira.
Ahora disponía del gran interés en la relación entre ella y Delfino, además, en la hija de Delfino aparecida en el banquete.
Pero estaba clara de que Yadira no le diría nada. Por lo que tuvo que olvidarlo tras pensar por un rato.
Cuando comía más tarde, Yadira siempre pensaba en lo de Mariano, mostrándose un poco distraída.
Poniendo vínculo con las palabras que había dicho Delfino, eso indicó que Mariano realmente contaba con ciertos puntos sospechosos. Tenía que buscarlo de nuevo.
Después de comer, ellas dos regresaron al estudio.
Por la tarde no había alguno trabajo importante allí, así que Yadira se adelantó a salir.
Cuando conducía, el coche que la seguía desde esta mañana continuaba persiguiéndola detrás de ella no muy lejos.
Aquellos hombres en el coche parecían saber que ella los había encontrado, pues no se ocultaron con intención, sino que de manera directa la seguía, pero aún mantenían una distancia oportuna entre dos coches.
Ella no paró el coche hasta un tramo del camino donde permitiría estacionarse temporalmente, se bajó y, dando la vuelta, caminó hacia aquel coche.
Llegó frente al coche, y intentó abrir la puerta con la mano tendida.
Lo hizo, pero se dio cuenta de que no se podía abrir…
Levantó el pie y pateó el auto con rabia, luego dijo con frialdad, -¡Abrid la puerta! No os finjáis muertos, sé que Delfino os envió para seguirme.
Al oír eso, los en el auto abrieron la cerradura y luego la puerta, bajándose.
Varios guardaespaldas muy fuertes se alinearon frente a ella, de pie ordenadamente en fila recta, luego dijeron a coro en forma reverente, -¡Señora!
Yadira sintió unas impotencias, -Desde este momento, no me sigáis más, voy a ocuparme de asuntos personales.
Claro que ellos no estaban de acuerdo, -Pero el Señor nos ordenó que…
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