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Médico Supremo romance Capítulo 3

—Tú... —Pelayo estaba a punto de hablar, pero una fuerza abrumadora ejercida sobre su muñeca cortó de golpe sus palabras, convirtiéndolas en un grito estridente—. Suéltame. ¡Suéltame, pequeño bribón!

Golpeó apresuradamente el brazo de Fernando con la otra mano, pero fue en vano.

—Recuerda esto —dijo Fernando—, cualquiera que se atreva a causar problemas en la residencia Lemus se arrastrará de ahora en adelante. —Con eso, asestó un puñetazo en el estómago de Pelayo con su mano izquierda.

Pelayo se sintió como si lo hubiera atropellado un camión.

Él, un hombre corpulento que pesaba casi doscientas libras salió asombrosamente despedido de un solo golpe.

Pelayo se apoyó lentamente contra la pared, con la mano derecha todavía agarrada a su abdomen herido. Una mirada feroz apareció en su rostro, pero su cuerpo no pudo evitar estremecerse sin control.

—Niño, ¿de dónde eres? ¡Trabajo para el Señor Matías! Hoy has arruinado sus planes. Definitivamente le informaré de esto. ¡Date por muerto! —gritó Pelayo, con el cuello rígido.

El frío en los ojos de Fernando se intensificó. Era este mismo señor Matías quien lo había obligado a abandonar su hogar en primer lugar.

—¡Arrodíllate y discúlpate! —ordenó Fernando, mirando fijamente a los ojos de Pelayo.

—Tú... —Pelayo quiso decir algo más, pero de repente vio un cuchillo de fruta presionado contra su propia garganta, lo que lo asustó y lo llevó a tragarse sus palabras de inmediato.

—¡Dije, arrodíllate y discúlpate!

Pelayo dudó por un momento, pero al ver la mirada helada de Fernando, solo pudo arrodillarse en el suelo.

—Lo siento...

—¡Piérdete! —Fernando agitó la mano con desdén.

Pelayo le dio a Fernando una mirada malvada y luego se alejó cojeando.

Fernando dejó caer el cuchillo de fruta, se volvió para mirar a su madre y dijo:

—Mamá, he vuelto.

—Por fin has vuelto. —Las lágrimas brotaron de los ojos de Diana. Al ver un cambio tan drástico en su hijo, tuvo muchas preguntas. «Pero pase lo que pase, ya no es importante mientras mi hijo esté de vuelta».

A pesar de que su familia estaba en una situación desesperada, creían que mientras estuvieran juntos, podrían superar cualquier cosa.

—Cierto, aún no has visto a tu papá. Date prisa. —Diana liberó rápidamente a Fernando—. ¡Demetrio! Fer ha vuelto.

Arrastrando a su madre hacia el patio, Fernando estaba a punto de saludar a su padre, Demetrio Lemus, cuando una sacudida le atravesó el corazón. Corrió hacia él, agachándose.

—Papá, ¿qué te pasó?

Capítulo 3 Arrodíllate y discúlpate 1

Capítulo 3 Arrodíllate y discúlpate 2

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