—¿Realmente puedes curarme?
—¡Deja de hablar!
Con un ligero movimiento de los labios, Alejandro dio un paso adelante, con una pizca de esperanza en su corazón.
—Si realmente puedes curarme a mí, entonces creeré que también puedes curar a la señora Zavala.
«La hipertensión pulmonar idiopática, una enfermedad cardiovascular poco frecuente, no tiene cura conocida. Una vez que se exacerba, podría provocar una insuficiencia cardíaca aguda, lo que representa una grave amenaza para la vida.
Si puede curar una enfermedad tan rara, tal vez realmente tenga la capacidad de curar a la Señora Zavala».
Fernando movió la palma de su mano y sacó una aguja dorada, que rápidamente hundió en el pecho de Alejandro.
—¿Qué estás haciendo? ¿No debería realizar pruebas y exámenes antes de realizar cualquier tipo de tratamiento?
Como director del hospital, Alejandro nunca antes había escuchado hablar o visto el método de tratamiento de Fernando.
—¡Cállate! —espetó Fernando.
Antes de que Alejandro pudiera continuar con el interrogatorio, Fernando retiró la aguja dorada.
—¡Hecho!
No duró ni veinte segundos.
Alejandro permaneció escéptico, pero pronto se dio cuenta de que la molestia en el pecho que lo había atormentado durante muchos años se había desvanecido, otorgando a todo su cuerpo una sensación de relajación sin igual.
Una mirada de sorpresa brilló en su rostro cuando rápidamente sacó un pequeño dispositivo parecido a un clip y lo colocó en su dedo. Era un oxímetro, un dispositivo diseñado para evaluar el nivel de saturación de oxígeno en el cuerpo humano. Pronto, aparecieron algunos números en el dispositivo. Alejandro exclamó con alegría:
—¡El nivel de saturación de oxígeno ha aumentado! —Luego empezó a verificar aprisa su presión arterial—. Es realmente mejor. ¡Esto es increíble!
Fernando se dio la vuelta y lanzó una mirada fría al empleado.
—Bueno, ¿crees que estaba diciendo tonterías ahora?
El empleado no parecía convencido. Quiso decir algo más, pero Alejandro le dio una bofetada en la cara.
—Sinvergüenza, discúlpate con el joven de inmediato. ¡Si el joven no te perdona, puedes perderte hoy!
—Yo...
El empleado estaba completamente desconcertado. Las ventajas del Hospital General no tenían parangón en todo el sector médico de Ciudad Jade. Además, teniendo en cuenta la reputación de Alejandro, si el empleado fuera despedido, tal vez nunca volvería a conseguir un trabajo. Eso implicaría que había perdido por completo sus medios de subsistencia.
Cayó de rodillas ante Fernando con un ruido sordo y levantó la mano para abofetearse dos veces.
—Lamento haberlo menospreciado. Tengo una familia y soy el único sostén de la familia. Por favor, perdóneme esta vez.
Fernando dejó escapar un suspiro.
«Si hubieras sabido que llegaría a esto, ¿me habrías menospreciado en primer lugar?».
Sin embargo, no podía molestarse en discutir con un individuo tan mezquino.
Hizo un gesto con la mano y dijo:
—Está bien, levántate ahora.
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