Narra Caliana.
Me desperté a la mañana siguiente con los ojos hinchados, mostrando cuánto había llorado. La puerta se abrió y no tuve que quitar las cobijas para saber que era Juanita. La alegre voz de la joven era suficiente para decirme que venía a decirme que el desayuno estaría listo en veinte minutos.
Me levanté en cuanto se fue y me duché, me puse un vestido escotado y arreglé mi cabello y maquillaje de la manera más adherente posible antes de bajar las escaleras. Esperaba que no desayunaran juntos también.
—La cena es suficiente, diosa. Por favor, haz esto por mí y te perdonaré por la situación en la que me has puesto —recé en silencio.
Mis manos tiraban nerviosamente de mi vestido mientras bajaba las escaleras. Temía encontrar a mi pareja o a los hermanos, aunque Jamal era lo suficientemente educado. Llegué al comedor donde los tres hermanos estaban sentados en su lugar habitual. Desafortunadamente, Jamal no estaba cerca.
—Buenos días —intenté sonar lo más normal posible, ellos asintieron y Marcos incluso me dio una pequeña sonrisa.
Mientras tomaba asiento, mi mirada se desvió hacia mi mate. Él no me estaba mirando. El Alfa Edward pudo no haber dicho las palabras, pero me estaba rechazando como mate con su actitud, y me dolía más de lo que esperaba. Sabía que no era un buen hombre, pero esperaba cierta amabilidad, ya que éramos pareja.
Resignada, empecé a comer lentamente cuando Marcus decidió hablar.
—La gente está emocionada de tener una nueva Luna —mencionó. Estaba burlándose de su hermano mayor y, por la forma en que reaccionó, obtuvo lo que quería, pues el Alfa Edward me miró con molestia y siguió comiendo su salchicha.
—Ella está aquí como Luna, ¿verdad, Edward? —preguntó Marcos. ¡Siempre hablaban de mí como si no estuviera allí!
—Sí —fue la seca respuesta del Alfa Edward.
—Candace se pondrá furiosa, ella cree que la harás Luna.
Mis ojos enojados se clavaron en el Alfa, y la envidia se apoderó de mí. Entonces apreté el cuchillo fuertemente contra mi mano hasta que mis nudillos se pusieron blancos.
—Tranquila, Luna, ella solo es su prostituta principal, no necesitas lastimarte por eso… —Marcus guiñó un ojo y me sentí furiosa por lo casual que sonó. Como si no significara nada en absoluto—. A él le gustan las rubias con grandes pechos —agregó, señalando lo que yo no era... Mis pechos no son demasiado grandes y además, soy morena.
—Pero está bien, eres más hermosa que ella —añadió Marcos, sus ojos siniestros clavados en el Alfa, quien parecía ya estar cansado de sus juegos—. ¿No crees, hermano?
—Me voy —declaró el Alfa Edward, se levantó y se dio la vuelta para alejarse de nosotros.
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