Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo romance Capítulo 30

Resumo de Capítulo 30: Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo

Resumo de Capítulo 30 – Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo por Internet

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El punto de vista de Amelia.

"¡Alfa Amelia, qué bonito está el salón de baile!", exclamó una de mis invitadas.

"Gracias. La verdad es que fue obra de mi padre", le sonreí.

Ella y las demás invitadas que se encontraban a nuestro alrededor abrieron los ojos.

"¿Alfa Diego fue quien se encargó de organizar todo?", preguntó incrédula.

"Sí... Dijo que no permitiría que me cansara organizando todo", respondí con impotencia.

"Ah, Alfa Diego sí que te quiere mucho. Te envidio, Alfa Amelia. Ojalá yo tuviera un padre como el tuyo", dijo con tristeza.

El día de hoy era mi fiesta, y vinieron todas las hijas alfa. Cuando le conté a papá que quería organizar una fiesta, insistió en prepararlo todo, sin permitir que yo participara en la planificación. El motivo era el mismo que le había dicho antes a la invitada: no quería que me cansara de preparar la fiesta. Ante su insistencia, solo pude asentir con impotencia.

Quería demostrar con ello que la heredera de la Manada Plenilunio era mimada por su padre.

Y la verdad es que papá hizo un gran trabajo. La decoración del salón de baile era la de una elegante fiesta del té, muy adecuada para las jóvenes. Había pequeños pasteles deliciosos y tés de muchos sabores, pero también había champán para darle un toque más maduro a la celebración.

La mayoría de ellas empezaron a decir lo afortunada que era, y elogiaron a mi padre, la fiesta, la comida y todo lo demás.

Me excusé, y les dije que me faltaba bajar los regalos que les había preparado en el segundo piso.

En cuanto mencioné lo de los regalos, empezaron a elogiarnos a mi padre y a mí por ser generosos.

Por suerte Lola estaba conmigo y pude escapar de aquellas aduladoras. Mi padre les había preparado buenos regalos. Todos eran iguales: un par de pendientes de Flor de Durazno. Estaba resignada. Él sí que sabía cómo hacerme ser la mejor de todas las hijas alfa.

Me encontraba en el segundo piso con mi amiga, y me asomé a la barandilla para ver a todo el mundo disfrutando de la fiesta, hasta que vi a Celia y a Maia entre las invitadas.

Solté un bufido. A pesar de no haber recibido invitaciones, acudieron sin vergüenza alguna. Querían demostrar a todo el mundo que serían siempre de la clase alta.

Sin embargo, su presencia facilitaría mi venganza. Sonreí al pensar en lo que iba a hacerles.

Le pedí a Lola que bajara y se acercara a un camarero, le di el acónito que habíamos comprado. Este había sido molido en polvo por mis miembros según mis instrucciones.

En el momento en que mi amiga le dio el polvo de acónito al camarero y le ordenó que lo pusiera en las bebidas de Maia y Celia, me entraron dudas y quise bajar a detenerla. Después de todo, aún recordaba el dolor insoportable que me produjo y no quería que nadie sintiera lo mismo.

Pero entonces recordé lo despiadada que fue mi excuñada al rociarlo sobre mis heridas, y no tuvo ningún remordimiento al respecto. Hasta intentó matarme después de eso.

Eso fortaleció mi determinación de hacerle lo mismo a ella. En cuanto a Maia... Esto fue un acto de venganza por todas las cosas que ella me había hecho mientras yo estaba en la Manada Garra Roja. Nunca olvidaré la forma en que me trató cuando fue luna de la manada y me daba órdenes como una omega, y sobre todo la vez que me tendió una trampa, la cual provocó que me divorciara de Ernesto y rompiera nuestro vínculo de pareja.

«Maia... Celia... Prepárense para recibir mi venganza», pensé con una sonrisa burlona.

"Alia, todo está listo", mi amiga subió y se puso a mi lado para ver el espectáculo. "El camarero se encargará de darles las copas a esas dos".

El camarero era uno de los omega de mi manada, y todos los miembros de la Manada Plenilunio odiaban a Maia y a Celia tanto como yo a ellas. Eran muy protectores conmigo, su alfa, así que me ayudaron encantados en mi venganza.

Estaba agradecida por contar con miembros tan leales.

"Alia, cuando estuve abajo, oí a Maia contarle a todo el mundo cómo la maltratabas cuando eras la luna de la Manada Garra Roja. Le dijo que la empujaste por el acantilado y la hiciste abortar porque estabas celosa de lo bien que la trataba Ernesto. Intentó destruir tu reputación a propósito delante de todas las hijas de los alfas", dijo Lola enfadada.

Le dije a mi omega que reprodujera la grabación una y otra vez para que todos pudieran oírlo todo con claridad.

Observé a Maia, cuyo rostro había palidecido. Le sonreí y levanté mi copa de champán hacia ella, provocándola.

Cuando todos los invitados salieron de su asombro, el desprecio y las miradas extrañas que me dirigían a mí se centraron ahora en ella. Ahora todas las hijas alfa conocían sus verdaderas intenciones, de querer ser la luna de la Manada Garra Roja a base de maldad, sin ni siquiera preocuparse por el bebé que llevaba en su vientre.

Empezaron a susurrar y acusaron a Maia de ser despiadada y se distanciaron de mis dos enemigas, lo que me hizo sonreír.

Maia se sintió humillada e intentó llevarse a Celia consigo para abandonar la fiesta, pero, por supuesto, mi excuñada, trató de inculparme.

"¡Eso no es verdad! Amelia fue la que provocó a Maia primero, y por eso hizo eso." Ella intentó defender a su cuñada.

"Todas hemos oído su voz petulante y el desconcierto de Alfa Amelia. Si ella hubiera sido la primera en provocarla, Maia no se mostraría tan segura y arrogante al decir todas esas cosas", soltó una de las hijas alfa. La admiré por su capacidad de ver la verdad.

Mi excuñada seguía intentando convencer a las hijas de los alfa, pero nadie le creyó porque habían oído la grabación. Entonces supo que había perdido el caso e incluso a sus bellas y adineradas amigas.

"¡Amelia, eres una z*rra! No pienses que este asunto ha terminado aquí!", me maldijo antes de marcharse con su cuñada.

Cuando las vi marcharse y con la certeza de que se habían bebido el acónito, conecté mentalmente a algunos de mis miembros y les di una orden. 'Localícenlas y vayan tras ellas. Hagan lo que Celia hizo conmigo. Atáquenlas por sorpresa, pero asegúrense de que no mueran. Solo déjenlas gravemente heridas, como me agredieron a mí. Asegúrense de que aún puedan regresar a la Manada Garra Roja'.

'¡De acuerdo, Alfa!', dijeron al unísono, y después cerré los enlaces mentales.

A pesar de que mi excuñada había intentado matarme, yo no le haría lo mismo. Si dejaba que mis miembros la mataran, tendría que ver a Ernesto, y eso era algo que había intentado evitar por todos los medios desde nuestro último encuentro en el castillo de Alfa Octavio.

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