Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo romance Capítulo 34

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El punto de vista de Ernesto.

Aún no podía olvidarme de las lágrimas de Amelia y del dolor en sus ojos cuando le pregunté por qué siempre era despiadada.

En mi mente no paraban de repetirse sus palabras. Al pensar en nuestros tres años juntas, recordé que Celia solía humillar a mi excompañera. Incluso Maia lo hacía. La trataban como a una omega cuando se suponía que era su luna. Sin embargo, ella siempre cumplía todas sus exigencias y nunca se quejaba.

Y yo, como su pareja y el alfa de la manada, no hice nada para proteger a mi luna. En una ocasión incluso le dije que lo que decía mi hermana de su identidad huérfana era cierto; por lo tanto, no había nada que pudiera hacer para defenderla.

Ese pensamiento hizo que mi corazón se inquietara, así que me froté el pecho con la mano, sin saber cuántas veces lo había hecho desde que me divorcié de Amelia.

'Lo tienes merecido', me reprochó Roberto. 'Qué bueno que seas ignorado por ella y te sientas dolido'.

'Roberto', gruñí en señal de advertencia. No quería que se burlara de mí mientras me sentía angustiado.

Me acerqué a la sala de Celia, con la intención de saber cómo se encontraba, pero vi al médico de la manada caminando en la misma dirección. Sin embargo, se veía alerto.

No dejaba de mirar a su alrededor, como si quisiera asegurarse de que nadie lo veía.

Entrecerré los ojos. ¿Acaso iba a hacerle algo terrible a mi hermana? Fue entonces cuando observé que movía la mano como si estuviera invitando a alguien a acompañarlo una vez que estuviera seguro de que nadie se fijaba en él.

En ese momento vi a Amelia y... a otro hombre.

Enarqué una ceja. ¿Dónde había visto a aquel hombre? De pronto recordé que lo había visto antes en el club. Fue el que me dio un puñetazo y le dio su camisa a Amelia para que se cubriera la parte inferior de su cuerpo.

Ese sujeto tenía una mano en la parte baja de la espalda de mi excompañera, pero ella no la apartó cuando se dirigieron con rapidez hacia el pabellón de Celia, ignorando que los había visto.

Me sentí irritado cuando los vi juntos, sobre todo porque él se mostraba protector con mi excompañera y las posturas íntimas que mantenían. No sabía cómo describir mis sentimientos, pero tenía ganas de separarlos y arrancarle los brazos para que no pudiera tocarla más.

'¿Y él quién es? ¿Por qué está con Amelia y la toca?', de repente Roberto gruñó de forma amenazadora en mi mente. Estaba igual de enfadado que yo.

"¡Quédense ahí!", no pude aguantar más, la ira de mi lobo se mezcló con la mía y los detuve.

Los tres se pararon en seco y se dieron la vuelta para mirarme.

Me acerqué rápido a ellos, fijando la mirada en Amelia y en aquel hombre. El tipo ni siquiera apartó la mano de la parte baja de la espalda de mi excompañera. En lugar de eso, dio un paso adelante como si yo fuera una amenaza para ella y él un príncipe azul protegiendo a la damisela en apuros. Era evidente que mantenían una estrecha relación, y eso me irritaba.

Cuando me acerqué, el médico se puso pálido y mi mirada se volvió más amenazadora. Se asustó al darse cuenta de que habían sido descubiertos, y lo que era peor, por mí, su alfa.

"Alfa Ernesto, él es Nicolás González, un buen amigo mío. Es doctor de la Manada Novilunio y es tan bueno como el doctor de la Manada Plenilunio", explicó con rapidez el médico, con voz de pánico.

Había escuchado su nombre y la reputación de ser un excelente médico, pero me daba igual incluso si el tal Nicolás era superior al médico de la Manada Plenilunio. En ese momento lo odiaba por su cercanía a Amelia.

"¿Es casi tan excelente como el médico de la Manada Plenilunio?", pregunté con desdén y en tono burlón mientras miraba a Nicolás de arriba abajo. Era guapo y tenía buen cuerpo. ¿Acaso era otro de los amiguitos s*xuales de Amelia?

"S-Sí, alfa. Ha venido a curar a Celia y a Maia", tartamudeó el médico.

Bufé con desagrado antes de mirar al doctor y decirle con severidad: "No cualquiera puede tratar a mi hermana y Maia. ¿No te dijimos que trajeras al médico de la Manada Plenilunio?"

"Ernesto, aparte de ciego, ¿también eres sordo?", oí la voz de Amelia antes de que el médico pudiera responder a mi pregunta. "¿No te he dicho que jamás permitiría que el doctor de mi manada se ocupara de ellas?"

Capítulo 34 1

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