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Mi Frío Exmarido (Amelia y Dorian) romance Capítulo 1290

—¿Eh? —Frida miró a Yael con sorpresa, pero pronto no pudo evitar voltear a ver a Amelia, preocupada.

Amelia mantenía el semblante tranquilo, como si nada la alterara.

—Voy a lavarme los dientes —dijo con voz suave, igual de cálida y apacible que siempre.

Frida, al contrario, se notaba más inquieta.

—Está bien, ve primero a lavarte —se esforzó por mantener la voz serena, aunque por dentro sentía una punzada de ansiedad.

Amelia asintió con calma y se dirigió al baño. Sin embargo, ni bien había cruzado la puerta, Serena soltó un llanto desgarrador:

—¡Papá regresó a casa y ni siquiera me avisó! ¡Tampoco respondió mis mensajes!...

Lloraba con tal desconsuelo que las lágrimas le resbalaban por el rostro, acompañando cada una de sus palabras de reclamo.

Yael se quedó helado, sin saber cómo reaccionar. Trató de explicarle entre tartamudeos:

—Tu papá... es que... tuvo que atender algo urgente en la empresa...

Pero hasta él mismo notó que su excusa no tenía ni pies ni cabeza.

Amelia dio media vuelta, se agachó frente a Serena y, mientras le secaba las lágrimas con ternura, le habló con voz baja y tranquilizadora:

—El papá de Serena tuvo que irse porque en la oficina salió algo muy importante. Seguro pensó que si te lo decía, te ibas a desvelar. Pero cuando termine de trabajar, va a buscarte. Tenemos que entenderlo, ¿sí?

Yael se sorprendió al ver cómo Amelia reforzaba la versión de Dorian, cubriéndolo de alguna manera.

La noche anterior, Yael había acompañado a Dorian en la terraza del hotel, donde pasaron toda la noche conversando bajo el viento. No sabía si Dorian ya había superado todo, o si simplemente estaba tratando de convencerse a sí mismo. Al amanecer, su cara mostraba una serenidad impasible, como si no le quedara ninguna emoción por dentro.

Nada más regresar al hotel, Dorian se puso a empacar sus cosas y le dio instrucciones de trabajo con total calma, sin mencionar ni una sola vez a Amelia o a Serena. Fue Yael quien lo llevó al aeropuerto.

Durante el trayecto, Dorian lucía tan sereno y seguro como en los viejos tiempos, justo antes de casarse: racional, fuerte, imposible de sacudir. No le avisó a nadie que se iba.

Ya en el aeropuerto, Yael le preguntó si no quería despedirse de Amelia y Serena, pero Dorian ni siquiera respondió, zafándose del asunto con frialdad.

Ahora, viendo a Serena tan triste y recordando la manera tan tajante en que Dorian se había marchado, Yael sentía un nudo en el pecho. No podía evitar preguntarse si Dorian ya no quería ni siquiera a Serena, cuando se suponía que la amaba tanto...

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