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Mi Frío Exmarido (Amelia y Dorian) romance Capítulo 1302

—No.

La respuesta salió tranquila, pero tan distante que parecía una muralla invisible. Dorian ya había girado el rostro hacia la ventana, ignorando por completo el ambiente en el carro.

Rufino soltó una risita burlona.

—¿Seguro que no pelearon? ¿Entonces por qué traes esa cara de tragedia?

El semáforo delante de ellos pasó de rojo a verde. Rufino pisó el acelerador y el carro avanzó despacio por la avenida, el motor vibrando suavemente bajo sus pies.

Mientras conducía, Rufino no pudo evitar seguir con el tema.

—Mira que sí me parece raro, hermano. Con lo tranquila que es Amelia, ¿cómo es posible que termines peleando con ella? Esa mujer ni se enoja, tiene un carácter bien suavecito, ni rencorosa es. ¿Cómo le hicieron para llegar a este punto tú y ella?

Dorian lo miró de reojo.

—Veo que la conoces bien.

—Y cómo no —respondió Rufino, sonriendo—, si trabajó conmigo dos años. Ya sé cómo es. Nunca la vi discutir con nadie, jamás le levantó la voz ni cuando algo le salía mal. Pero contigo… ustedes nunca tienen un día en paz. Que si se separan, que si se reconcilian, que si ahora pelean, que si se divorcian y vuelven... ¿Cuándo piensan darse un respiro?

—Supongo que no estamos hechos el uno para el otro —soltó Dorian, encogiéndose de hombros. Sus largos dedos tiraron del nudo de su corbata, aflojándola. Su expresión seguía tan impasible como una piedra, incluso con la herida aún visible en su cara.

Rufino soltó otra risilla, como si no pudiera creer lo que escuchaba.

—Eso dices, pero mira nada más el destino. Veinte años buscando a esa persona, y resulta que era tu compañera de clase… y después terminó siendo tu esposa. Y tú sin darte cuenta en todo ese tiempo. Eso sí que es de no creerse.

Recordar la sorpresa que sintió al enterarse de que Amelia era en realidad Amanda Sabín, todavía le daba vueltas en la cabeza.

Cuando la conoció por primera vez, le pareció familiar, pero habían pasado veinte años. Amelia no había crecido igual que Amanda, ya no era la niña que él recordaba. Además, aunque su carácter era parecido, nunca pensó que fueran la misma persona. Según los papeles oficiales, Amelia era solo unos meses menor que ellos, aunque siempre se veía más joven. Lo que nadie sabía era que cuando Fausto Soto la encontró de niña, como la vio más alta que otros de su edad y ya sabía leer y escribir como de primero o segundo de primaria, decidió registrarla como si tuviera dos años más. En aquellos tiempos, en los pueblos apartados, el registro de nacimiento no era tan estricto como ahora.

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