―Por favor, ¡dile a Anastasia que también venga! Espero que le puedan recordar la manera apropiada en la que se trata a los clientes ―exigió Lidia con actitud condescendiente, intentando tomar ventaja de su identidad como clienta para humillar a Anastasia, al fin y al cabo, los clientes eran Dios.
―Claro, por favor, espere un minuto ―respondió Fernanda para después salir de la sala y llamarle a Elías.
―Hola ―sonó una voz baja y ronca.
―Presidente Palomares, ya llegó la señorita Heredia. Se encuentra en la antesala número tres.
―Por favor, dile a Anastasia que también vaya ―instruyó antes de colgar el teléfono, por lo que ella obedeció y la llamó.
―La señorita Hereda está aquí, por favor ve a la antesala número tres ―dijo en cuanto la otra respondió la llamada.
―No quiero verla.
―¿Segura que no quieres ver el drama encantador?
―¿Cuál drama encantador?
―Lo sabrás cuando estés allí ―contestó Fernanda con misterio.
«Bueno, ¡no hará daño ver cómo Lidia planea algo para difamarme ahora que estoy aburrida!», pensó Anastasia. Sosteniendo su teléfono en la mano, se levantó y se dirigió a la antesala número tres, tocó la puerta y luego entró; sin embargo, todo lo que vio fueron dos señoritas sentadas en el sofá, pero no miró a Fernanda por ningún lado.
―¿Estaba bueno el café? ―se burló Lidia mientras que la esquina de su labio se curvaba para arriba.
―No, lo tiré ―respondió Anastasia al mismo tiempo que tomaba asiento en el sofá al lado de Lidia; justo en ese momento, se abrió la puerta y se pudo observar a Fernanda, quien estaba parada en la puerta, mientras que le decía algo al hombre que estaba detrás de ella.
―Presidente Palomares, por aquí.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?