—¿Solo serán ustedes tres? —preguntó el gerente con una sonrisa.
Fue entonces, que Eva recordó que alguien más se uniría a la comida.
—Seremos cuatro.
Al instante, Anastasia y Miguel se vieron el uno al otro.
«¿Hay un invitado extra? ¿De quién se trata?».
Sin embargo, Eva estaba tan ocupada hablando con el gerente, que ni uno de los dos quiso interrumpir. De pronto, uno de los meseros abrió la puerta desde afuera y la figura de un hombre alto y fornido entró al comedor; este llevaba el saco de su traje en la mano y su camisa de vestir color blanco, combinaba perfectamente con sus pantalones negros, en resumen, su atuendo era minimalista, pero lleno de elegancia. Los ojos hermosos de Anastasia se abrieron de par en par al ver al hombre, puesto que no podía creer que él también estuviera ahí.
La persona que entró no era ni más ni menos que Elías, el hombre que descaradamente la noche anterior había mencionado que también quería unirse a su cita. Al tiempo, Miguel entrecerró los ojos.
«¿Por qué lo invitó la abuela? ¡Solo arruinara todo!».
—Elías, ¿por qué estás aquí? ¿No tenías una reunión a la cual asistir? —preguntó Miguel con las cejas levantadas.
Elías tomó una silla y se sentó a propósito a un lado de Anastasia antes de responder con una sonrisa:
—Bueno, no me invitaron a ninguna reunión de almuerzo, así que no tuve otra opción más que interrumpir la suya y unirme.
—¡Vaya! Estoy seguro de que hay muchas personas dispuestas a invitarte algo —dijo Miguel, quien no creyó ni una palabra de Elías. Además, el hombre estaba seguro de que su primo solo había aparecido para arruinar las cosas.
Mientras tanto, Eva sonreía al ver a sus dos nietos reunidos.
—Elías me dijo desde temprano que no tenía planes para almorzar, por eso decidí invitarlo.
En ese momento, Anastasia miró al hombre en cuestión y se dio cuenta de cómo su apuesto rostro se había tensado un poco; estaba claro que jamás espero que Eva lo expusiera. Al final, tomó una taza de té y dio un sorbo, al tiempo, miró de reojo por el borde de su taza en dirección a la mujer que tenía a su lado.
En cuanto a Anastasia, ella se giró a propósito hacia el lado contrario luego de sentir sus ojos oscuros sobre ella.
—Anastasia, estoy segura de que no hay necesidad de que te presente a esta persona, ¿cierto? Pero él es mi nieto, Elías Palomares, es probable que ya se hayan encontrado en la oficina —dijo Eva con una sonrisa.
Mientras tanto, Anastasia se sentía avergonzada y respondía con culpabilidad.
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