Con eso, Anastasia se volvió hacia Elías y comentó despreocupadamente:
—Gracias por la amable oferta, presidente Palomares
Sin embargo, Miguel se puso de pie de inmediato y también se ofreció:
—Anastasia, yo puedo llevarte.
Por lo que Anastasia se giró rápidamente.
—Miguel, tú puedes quedarte y terminar de comer con tu abuela, yo me iré con el presidente Palomares, ya que vamos en la misma dirección.
Luego de su respuesta, a Miguel no le quedó otra opción más que ver como los dos se marchaban juntos, por lo que la impotencia y la desolación crecieron dentro de él.
«¿Acaso Anastasia estará interesada en Elías?».
Una vez dentro del elevador, Anastasia se dio cuenta de que el hombre que estaba a su lado no estaba de buen humor; Elías tenía una expresión sombría en su rostro y era como si hubiera tenido alguna perdida en los negocios, por lo que, ya no quería ir en el mismo auto que él. En el momento en que las puertas del elevador se abrieron, lo volteó a ver y dijo:
—Presidente Palomares, agradezco su ofrecimiento, pero mejor voy a tomar un taxi.
—¿Por qué? —dijo Elías.
«¿En verdad me está preguntando por qué? ¡Es obvio que está de mal humor, así que será mejor que me evite cualquier problema con él!».
—Simplemente quiero tomar un taxi. —Anastasia levantó la cabeza y contestó antes de alejarse rápidamente en dirección a la calle, pero, de repente, una mano grande la tomó de la muñeca y la llevó hasta su auto; en eso, Elías abrió la puerta del asiento del copiloto y le indicó que subiera.
Anastasia solo frunció el ceño.
«¡A este tipo le encanta tener el control! ¿En serio tengo que verme forzada a tomar el mismo auto que él?».
Al final, Anastasia subió y Elías se sentó en el asiento del conductor, a continuación, el auto color negro se puso en marcha y se incorporó lentamente dentro del tráfico de la ciudad. Anastasia estaba perpleja luego de darse cuenta de que Elías había perdido los estribos tan de repente, pero a pesar de que trataba de encontrar una razón, no pudo, ese era un individuo confuso, difícil de entender y sus emociones también eran bastante imprevisibles la mayor parte del tiempo.
De pronto, la voz grave e interrogante de Elías, se escuchó por todo el auto:
—Hace rato dijiste que pretendes quedarte soltera por el resto de tu vida, ¿lo decías en serio?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?