—¿En dónde estuvieron? ¿Por qué regresaron tan tarde? —dijo Anastasia mientras miraba con rabia a Elías.
A lo que el hombre no pudo evitar sonreír.
—Llevé a Alejandro a cenar y luego fuimos a una sala de juegos que está cerca de aquí; creo que se divirtió mucho.
—Mami, si fue muy divertido, me gustaría ir otra vez. —Estaba claro que el niño se sentía atraído por los juegos recreativos y no podía dejar de pensar en ellos.
—Está bien, podemos ir ahí otro día, cuando esté libre. Pero ahora, es ahora de que te vayas a la cama, solo recuerda lavarte primero. —Luego de dar indicaciones a su hijo, Anastasia se giró en dirección a Elías y le dijo—: Presidente Palomares, ya es tarde y no lo quiero entretener más, debería irse.
—Mamá, ¿no podrías dejar que el señor Palomares entre con nosotros y beba algo? —Alejandro sintió que su madre estaba siendo grosera al echar a Elías de esa manera.
Al escucharlo, Elías también intervino.
—No me quedaré mucho tiempo.
En respuesta, Anastasia asintió luego de recordar que había pasado la tarde entera cuidando de su hijo.
—Está bien, puede entrar a beber algo. —Anastasia notó el sudor en la frente de Alejandro, así que fue hasta su habitación en busca de su ropa para dormir—. Alejandro, primero vamos a prepararte para ir a la cama.
—Señor Palomares, iré a darme una ducha.
—Está bien. —Elías tomó asiento en el sofá.
Era evidente que la casa de Anastasia no era exactamente una mansión, pero era linda, cálida y muy acogedora, por lo que no pudo evitar sentir que quería quedarse por más tiempo; se sentía a gusto.
Al tiempo, Anastasia ayudaba a Alejandro a refrescarse y lo escuchaba hablar de lo mucho que se había divertido en la sala de juegos, además, Elías había asignado cuatro guardaespaldas para que no perdieran de vista al niño, lo que significaba que había hecho un gran trabajo para garantizar su seguridad. A pesar de que Elías se había llevado a su hijo sin su consentimiento, Anastasia se sentía sorprendentemente tranquila, ni siquiera le preocupaba el hecho de que Alejandro estuviera al cuidado de Elías.
«¿Desde cuándo desarrolle esta confianza con él?».
La propia Anastasia no se había dado cuenta de ello. Después de que Alejandro terminó de ducharse, salió corriendo del cuarto de baño vestido con su ropa para dormir; entonces, con un cubo Rubik en la mano, preguntó:
—Señor Palomares, ¿podría enseñarme a resolver esto?
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