—¿Le dirías lo mismo a mi primo? —preguntó Miguel haciendo un puchero, pues se sentía un tanto triste.
Entonces, una idea llegó a la mente de Anastasia: Elías, jamás había sido un caballero obediente como Miguel, era un hombre de carácter fuerte y prepotente, básicamente era un rebelde, siempre ignoraba su rechazo y advertencias.
Debido a su reacción, Miguel no pudo evitar sentirse celoso, ya que parecía que tenía un trato especial por Elías. Al final, Anastasia decidió no responder a su pregunta y murmuró:
—Después de comer debo regresar a la oficina porque tengo una reunión, deberías dedicarte a tu renovación.
Una vez que se llegó la tarde, Anastasia fue a recoger a su hijo a la escuela, antes de que alguien más lo hiciera; esta vez, lo recogió con éxito, incluso dieron un paseo y fueron juntos al centro comercial, también compró algunos dumplings para cocinarlos en casa, no obstante, mientras los compraba, el niño le pidió que comprara más y más:
—Mami, con estos no será suficiente, quiero más.
—Claro que es suficiente, de hecho, es mucho para los dos —respondió ella.
—No, no lo es —dijo el niño, al tiempo que tomaba un pequeño cucharon y comenzaba a llenar la bolsa con más dumplings congelados.
Al final, Anastasia se llevó a casa una bolsa repleta de este platillo, y dado que no podrían terminarlos entre los dos, tuvo que guardar el resto dentro de la nevera.
Cuando llegaron a casa, Anastasia fue unos momentos al balcón y el pequeño aprovechó para tomar su teléfono, una vez que encontró el número de Elías, le envió un mensaje de texto:
«¡Señor Palomares, debería venir a comer dumplings!».
Todo fue rápido y fácil.
«¡Claro, ya voy para allá!».
Respondió Elías.
El niño dejó el teléfono y como era de esperar, el señor Palomares vendría a su casa; una vez que Anastasia se dio cuenta de que se estaba haciendo tarde, fue a preparar los dumplings.
—¡Mami, tienes que cocinarlos todos! —dijo el niño como recordatorio.
—Es demasiada comida, será un desperdicio si no podemos terminarlos.
—Yo solo me los puedo comer, ¡quiero 50! —anunció en voz alta.
—¡No puedes llevarte 50 a tu pequeña pancita! —dijo Anastasia, al tiempo que se reía.
—¡Sí puedo! —respondió el niño con confianza mientras agregaba—: Mami, tú solo cocínalos todos.
«Abre la puerta».
—Señor Palomares, esta noche cenaremos dumplings.
La mujer entrecerró los ojos y enseguida entendió porque Alejandro insistió mucho en comprar tantos dumplings cuando estaban en el supermercado; resulta que su hijo también estaba incluyendo la porción de Elías.
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