Temprano por la mañana, Anastasia dejó a Alejandro en la escuela. Mientras el pequeño entraba por las puertas, se dio la vuelta y le lanzó un beso. Al animarse con su dulce gesto, juró que conseguiría ese ascenso y se convertiría en la nueva directora adjunta para, por fin, tener un mejor sueldo.
No fue hasta después de llegar a la empresa y se sentó en su oficina cuando recordó que hoy iría Érica a trabajar. Al pensarlo, llamó a la extensión de Gabriela y le preguntó sobre esto. En poco tiempo, Gabriela vino corriendo a su oficina con la información.
—Señorita Anastasia, contrataron a su hermana como recepcionista.
«Bien, como no tiene ninguna experiencia en la empresa, supongo que le vendrá bien trabajar en la recepción», pensó.
Al parecer, Érica llegó temprano a trabajar y se ganó con facilidad a las recepcionistas, con quienes se llevó bien al instante, al traerles lápices labiales de edición limitada como regalos, ya que no le hacía falta dinero, sumando puntos a su favor. Después de acomodarse en la recepción, Érica tomó el teléfono y encontró la extensión de Anastasia antes de marcarla.
—Hola, ¿quién habla?
—¡Ya trabajo en tu empresa! ¿Estás sorprendida? —presumió Érica con una sonrisa en la cara.
Anastasia se quedó sin palabras y pensó: «Parece que papá no le contó cómo consiguió su puesto en primer lugar».
—En ese caso, será mejor que te esfuerces y dejes de preocupar a papá.
—Como si necesitara que me lo señaras. No le digas a nadie en la empresa que somos hermanas. No quiero que piensen que conseguí este trabajo gracias a ti —Érica dijo con ironía.
—Debería ser yo quien lo dijera —contestó con sequedad.
Tras resoplar con indignación, Érica colgó el teléfono. Anastasia bajó el auricular y se levantó, pues tenía que ir a la tienda a ver cómo iban las cosas. Sin embargo, mientras se iba, Fernanda le dijo que competencia era feroz.
Ambas rivales comenzaron a buscar apoyo entre sus amigos y familiares, cosa que también aconsejaron a Anastasia. Sin embargo, no había forma de que esta consiguiera apoyo cuando, para empezar, ni siquiera tenía quién la ayudara, sino que solo tenía su suerte y talento innato de su lado.
Mientras tanto, en la sala de conferencias principal del Corporativo Palomares, el hombre que presidió la junta semanal se miraba tan sombrío como de costumbre.
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