— ¿Qué sucede? ¿Desconfía de mí? No se preocupe, señorita Torres, no soy una mala persona. Es sólo que es usual para mí estar ocupado por el día y sólo tengo disponibilidad en la noche.
Anastasia no tuvo opción más que acceder cuando lo escuchó.
—Está bien. Hoy llevaré el documento con usted a las 8 de la noche.
—Por cierto, no es de mi agrado que gente extraña venga a mi casa, por lo que es mejor si viene sola, señorita Torres —agregó John mientras Anastasia se encontraba tensa.
«¿Acaso intenta que vaya sola al encuentro?»
No obstante, ella asintió y aceptó la petición de Jonás ya que era su cliente.
—Claro. Ahí estaré a las 8 en punto.
—Le enviaré la dirección ahora mismo.
Luego, Jonás colgó la llamada. Hecho esto, Anastasia se dirigió a la oficina de Fernanda y le comentó sobre la llamada mientras que Fernanda consideraba las opciones.
—Por lo que sé, Jonás Carmín es un reconocido presidente ejecutivo sin mala fama, por eso es cuestionable que haga algo que cruce la línea.
Lo único que deseaba Anastasia era que las cosas salieran bien esta noche. Durante la junta de la tarde, Elías por fin apareció pues éste no había aparecido en tres días. Se veía aún más joven con su cabello estilizado y su traje gris oscuro. Sus facciones faciales gélidas seguían siendo las mismas. Anastasia tenía su cabeza abajo mientras leía el documento. En cuanto a Alicia, quien se encontraba sentada frente a Anastasia, se mantuvo inquieta esperando atraer la atención de Elías.
—Anastasia Torres, concéntrate en la junta y deja de hacer garabatos —dijo Fernanda llamándole la atención.
Anastasia sí estaba haciendo garabatos en su bloc de notas sin prestar atención a la junta, y procedió a recomponer su postura y asentir con su rostro ruborizado.
—Está bien.
Luego de dejar el lápiz de forma obediente, su mirada se encontró con un par de ojos molestos como si le dijeran lo decepcionados que estaban de sus acciones. Para Elías, Anastasia se estaba comportando como una niña rebelde que no prestaba atención en clase.
—Anastasia, espero que seas capaz de aprender cómo respetar a otros en mi compañía —demandó de pronto sin aviso previo.
De inmediato, se escuchó algo de cotilleo en la sala de juntas, como si algunos de ellos estuvieran complacidos de que le hayan llamado la atención a Anastasia por parte de su jefe. Sin embargo, ella parpadeó antes de poner la barbilla en su mano y sonreírle a Elías.
—Gracias por enseñarme la manera correcta de comportarse, pero sólo quiero ser yo misma. Presidente Palomares, siempre me puede hacer saber si no soy de su agrado.
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