¿Mi hijo es tuyo? romance Capítulo 43

Una Anastasia molesta empujó la puerta y se fue. «¡Este bastardo realmente me besó! ¿Cómo se atreve?». De regreso en la oficina, de la nada recordó la última vez que él estuvo en el hospital. Cuando la rescató, ella dijo que quería agradecerle, pero en su lugar dijo que le debería algo. Así que, ¿este beso fue lo que le debía? «Uf, en el futuro, puedo deberle lo que sea a quien sea, pero no puedo deberle nada a este hombre. ¡Es serio! Él es simplemente una bestia».

Miguel había terminado de jugar cuando miró a su infeliz primo entrar. ―¿Elías, que ocurre?

―No es nada. ―Se sentó en la silla de mal humor.

―Elías, la oficia de Burgués es tan modesta que no combina para nada con tu identidad. ¿Por qué no regresas a la oficina del Corporativo Palomares?

—¿Por qué te importa? ―resopló Elías ligeramente.

Miguel lo miró fijamente. «Elías, ¿por qué estas de mal humor? ¿Quién te hizo enojar?».

―¿Cuál es tu relación con Anastasia?―preguntó Elías de pronto.

La alegría surgió de inmediato en los ojos de Miguel. ―Bueno… ¡Tú sabes! ¡Me gusta y la estoy cortejando!

—¿Lo has logrado? ―Elías miró a la pantalla de la computadora y preguntó de nuevo con voz profunda.

―Lo haré pronto. ―Miguel estaba extremadamente confiado en que ganaría el corazón de Anastasia cuando pronto lanzara una serie de ataques románticos.

―No le envíes flores a la compañía en un futuro; afectará su eficiencia en el trabajo y también hará que sus compañeros tengan opiniones negativas hacia ella ―comentó Elías.

Miguel se sorprendido en secreto; ¿cómo es que Elías recibió las noticias de que envió flores tan pronto?

―Elías, ¡dame una mano! ¿Qué te parece usar tu poder como su jefe para darle unas vacaciones y dejar que yo la lleve a divertirse? O, si organizas que su oficina este en el mismo piso que la tuya, sería más conveniente para mi salir con ella ―habló Miguel con una sonrisa ingenua.

―Imposible ―resopló Elías fríamente.

―¡Tú eres el jefe! Tienes ese poder. —Miguel apretó sus dientes y lo intentó de nuevo.

Elías levantó sus ojos con frialdad. ―Tienes que depender de tu propia habilidad para cortejarla; no esperes que te ayude.

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