Anastasia recogió a Alejandro de la escuela esa tarde y también le dieron los detalles sobre el Día de la Familia que estaba programado para el viernes. Los equipos serían de máximo dos estudiantes, quienes serían acompañados por sus papás.
—Señorita Torres, escuché de Alejandro que su padre vendrá para el Día de la Familia. Una cosa: necesitaremos la altura y el peso del papá, puesto que les daremos camisas para el programa. Estas se harán de acuerdo con los equipos de las familias.
—¿Las familias necesitan tener el mismo atuendo? —preguntó Anastasia, puesto que se le vino a la mente la figura alta y atractiva de cierta persona.
—Es un requerimiento de la escuela, señorita Torres, y establecerá un código de vestimenta para los niños en el Día de la Familia. No sería tan divertido si todos vistieran lo que quisieran durante los juegos —explicó la profesora con calma, aunque dejó en claro que era un requerimiento que no se podría saltar.
«Bueno, Elías fue quien le prometió al niño que vendría, así que tendrá que usar la camisa sin importar lo fea que sea» pensó Anastasia, divertida.
—En ese caso, la altura del padre es de 1.90 metros.
—¡Vaya! El papá de Alejandro es alto, ¿no es así? ¿Y su peso?
—Regular.
—Muy bien. Ahora, si nos pudiera transferir el pago por medio del grupo de mensajería de padres y maestros, ¡sería estupendo!
Una vez que terminó de anotar los detalles, la profesora se retiró para continuar con sus otras labores. Después de eso, Anastasia se retiró con Alejandro a la casa. Al llegar, recibió una llamada de Franco, quien le dijo que también había llegado y que quería llevarlos a que conocieran su nueva casa.
El nuevo lugar era un departamento de dos habitaciones, pero el área del lugar en total tenía más de 100 metros cuadrados. A pesar de las dos recámaras, la sala era espaciosa y tenía mucho potencial para personalizarla. Anastasia ya podía visualizar cómo dividiría el espacio y apartaría una porción para un sitio de juegos para Alejandro.
El nuevo hogar también tenía dos balcones: uno para poner ropa a secar y el otro para plantas. También podría convertirlo en un espacio para trabajar al aire libre si añadía una mesa pequeña. En general, le gustaba el departamento que Franco le había escogido y apreciaba que él se había resistido en contra de Noemí y Érica para poder darle esa casa a ella y Alejandro.
—Empaquen sus cosas y múdense cuando puedan. ¡Cualquier cosa que necesiten, el centro comercial está a un elevador de distancia! —comentó Franco con entusiasmo mientras se sentaba en el sillón, con Alejandro en su regazo.
—Muy bien. Empacaré nuestras cosas esta noche. No tenemos mucho, así que deberíamos terminar la mudanza para mañana por la tarde. ¡Tal vez, incluso, mañana también podamos tener nuestro primer almuerzo aquí!
—Perfecto. Entonces, los llevo a su casa para que cenemos juntos —dijo Franco, sonriendo.
Si bien Anastasia amaba tener a su papá de visita, no podía esconder su preocupación frente a él. Como si le leyera la mente, le aseguró:
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