Después de que la junta concluyera, Alexis detuvo a Anastasia de repente.
—Anastasia, hay que competir justamente si es que tienes el talento; si es que ganas el premio gracias a tus conexiones, apenas te podré considerar como digna de hacerme desperdiciar tiempo. —Ella no tenía idea a qué se refería Alexis.
«¿Qué motivo tiene Alexis como para decirme estas cosas? Ya que las dos somos rivales y ella fue grosera conmigo primero, yo tengo todo el derecho de defenderme».
—No sé de qué estás hablando. Yo siempre he seguido adelante gracias a mi talento.
—¡Ja! —Alexis bufó y se fue.
Alrededor de las 11:00 de la mañana, Anastasia respiró hondo y realizó una llamada a la oficina presidencial.
—Hola. —Se escuchó la voz clara y atractiva de Elías.
—Habla Anastasia. Presidente Palomares, ¿tendrá tiempo como para ir a almorzar a mediodía? —preguntó.
—¡Claro! Haré la reservación —le respondió Elías, pero Anastasia se sintió un poco incómoda en ese momento; si ese hombre hacía una reservación en un restaurante de clase alta, su cartera estaría en problemas.
—Yo conozco un lugar donde sirven buena comida. ¿Por qué no…? —Ella intentó salvar el dinero.
—¿Por qué? ¿No estás dispuesta a derrochar dinero por mí? —le preguntó el hombre de un modo burlesco antes de que ella pudiera terminar de hablar.
—Por supuesto que no. Olvídelo, usted puede hacer la reservación —respondió Anastasia con determinación. La llamada terminó y ella tuvo que dejar salir un suspiro; iba a tener que permitir que Elías dejara vacía su cuenta bancaria con comida si así él lo deseaba. Se tomó la decisión de que lo daría todo, porque, después de todo, él la rescató la noche anterior. Ya casi eran las 11:30 cuando Anastasia recibió un mensaje privado de Elías.
«Te veo en el estacionamiento en 10 minutos».
«Está bien».
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