Cuando Dean Cui vio a Henry, sonrió y dijo: "Este chico ha seguido comunicándose conmigo frecuentemente durante los últimos años. Me contó que solía ser mesero, que era experto haciendo masajes, y que también reparaba electrodomésticos. De cualquier manera, ha sufrido mucho todo este tiempo”.
"¿En serio?" Jenny observó cómo todos esos niños rodeaban a Henry Zhang. Veía que les gustaba mucho cuando él los alzaba y los lanzaba hacia arriba. Al ver a esos pequeños tan felices, el muchacho no podía evitar sonreír.
El rugido de unos motores interrumpió la cálida escena. Tres autos Mercedes-Benz G63 se detuvieron en la puerta del albergue. De cada automóvil bajaron tres personas. Eran hombres vestidos con trajes elegantes y mujeres que lucían ropa de alta gama. Todos ellos tenían entre 30 y 40 años.
Una vez que salieron de los autos, estas personas comenzaron a mirar alrededor del albergue. Incluso una mujer, que parecía ser una secretaria, sacó un dibujo y señaló el lugar.
La pequeña Sarah, que estaba en los brazos de Henry, hizo un puchero cuando vio a estas personas. "Esos chicos malos están aquí otra vez".
"¿Chicos malos?" Henry estaba confundido. Miró nuevamente a la niña y dijo: "Sarah, dime, ¿por qué son malos?"
"¡Porque van a destruir mi casa!" Respondió apretando sus pequeños puños.
El rostro de Henry se volvió sombrío cuando oyó esas palabras. "¿Demoler tu casa? Eso lo veremos". Dejó a Sarah para que vaya a jugar con los otros niños y luego caminó hacia donde estaba Dean Cui.
El albergue Spring era la casa de Sarah y de todos esos niños. Del mismo modo, fue la casa de Henry hace mucho tiempo. Él y su madre vagaban por allí, y fue gracias al refugio del director de esa institución que pudo crecer bajo un techo.
Cuando Henry se acercó a Dean Cui, notó lo preocupada que estaba ella y también la mujer de vestido blanco.
"Dean, ¿qué está pasando?" Preguntó Henry haciendo un puchero.
La anciana estaba a punto de responder, cuando Jenny la interrumpió.
"¡Hablaré con ellos!" Dijo la muchacha poniéndose de pie y luciendo su lindo vestido blanco junto a sus valerinas blancas. Medía aproximadamente 1,68 metros y su frente llegaba a la altura de la oreja de Henry Zhang.
Dean Cui vio a Jenny caminar hacia la puerta de la institución de asistencia social y suspiró, sus ojos se veían muy cansados. Saludó a Henry y le pidió que tome asiento.
Henry obedeció y se sentó frente a la anciana de cabello gris.
"Henry, tienes veintitrés años, ¿no?" Habló mirando hacia el cielo.
"Veinticuatro". Respondió Henry. Al mirar el rostro amable de Dean Cui, sintió un poco de pena. Ahora esa mujer era mucho mayor que cuando la conoció.
La mujer de avanzada edad extendió la mano y frotó la cabeza del joven que estaba frente a ella. "Eres un buen chico, has estado enviando dinero a este albergue durante los últimos años. ¿Recuerdas que hace un tiempo te dije por teléfono que había una persona de buen corazón que quería financiar esta institución de forma gratuita?"
"Sí, lo recuerdo bien", respondió Henry asintiendo levemente. Desde que escuchó esa noticia, se sintió muy agradecido con esa persona por todo lo que estaba haciendo, pero Dean Cui nunca le había dicho de quién se trataba.
"Ahora, comencemos la cuenta regresiva. ¡Diez…!" Apenas terminó de decir eso, empezó a agitar el tubo de acero que tenía en la mano, provocando ligeras ráfagas de viento.
Los que conducían los autos Mercedes no pudieron evitar retroceder dos pasos cuando vieron a Henry actuar de esa manera.
Al mirar los músculos bien proporcionados en los brazos del joven, un hombre gordo vestido con traje elegante resopló: "¡Eres un insolente! ¡Te dejaré ser arrogante esta vez, pero saldrás de aquí tarde o temprano!" Y luego miró a los demás que habían venido con él. "¡Vamos!"
Bajo el mando del hombre de traje, un grupo de personas subió rápidamente a los vehículos. Los motores de los Mercedes-Benz G63 rugieron de nuevo y se fueron.
Tan pronto como los tres autos se alejaron, los vítores de los niños resonaron en el albergue.
Henry tiró el tubo de acero que tenía en la mano y miró a Jenny, cuyo cabello estaba un poco desordenado. "Señorita Qin, ¿estás bien?"
"¿Ah?" Jenny se había quedado atónita por la escena que acababa de presenciar, pero cuando Henry le habló, reaccionó inmediatamente. "Sí, estoy bien", respondió algo nerviosa.
"Qué bueno. Entonces dime, ¿qué pasó?" Henry se sentó junto a la puerta del albergue.
Jenny respiró hondo. Era la primera vez que estaba tan cerca de él y se sentía sumamente fascinada. Tanto, que al mirar sus profundos ojos, sintió como si contemplara un vasto mar de estrellas.

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