Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1047

—La última vez que fui al cine fue durante mi primer año de universidad; después me mantuve muy ocupada y nunca tuve tiempo de ir —confesó Lourdes, sintiéndose un poco nostálgica. Su juventud podría haber parecido monótona comparada con la de otros.

No es de extrañar que Salvador la encontrara aburrida.

Había crecido haciendo exactamente lo que sus mayores le habían pedido, sin llegar a conocer realmente quién era ella misma.

Pero ahora, en compañía de Ana, se sentía relajada.

Ana compartió: —Yo también iba poco al cine; cuando estaba en la universidad, tenía una buena amiga que a menudo me invitaba a ver películas. Era fanática de Mauricio, siempre que había un estreno de una película en la que él actuaba, ella insistía en que fuéramos a verla.

—Mauricio? A mí también me gusta mucho. En casa, si tengo algo de tiempo libre, disfruto de sus series de televisión y también de sus películas. Tu amiga tiene buen gusto; Mauricio es un actor consagrado —sonrió Lourdes.

Justo en ese momento, el teléfono de Lourdes sonó.

—Voy a contestar —le dijo a Ana antes de atender la llamada.

No se escondió de Ana.

La persona que llamó a Lourdes parecía ser un miembro mayor de la familia.

—Lo siento, señora, no había visto a Salvador recientemente y no sé cómo está ahora.

Lourdes hablaba con la persona al teléfono con un tono suave y lleno de paciencia, mostrando en todo momento su buena educación.

Pero su expresión era algo indiferente.

—Yo y Salvador... señora, ahora Salvador tiene a una mujer que le gusta, y ellos dos están muy bien juntos, les deseo lo mejor. Por lo tanto, si es posible, por favor hable con mi familia y diga que nosotros dos no podemos estar juntos —El tono de Lourdes era tan calmado que parecía estar hablando de alguien más.

No se podía discernir ninguna emoción en su voz.

Como si el hecho de que Salvador estuviera con Sofía, ignorando su compromiso matrimonial, no fuera importante para ella.

Parecía que lo que realmente le importaba era si ese compromiso podría terminarse así.

No se sabe qué dijo la persona al otro lado del teléfono, pero Lourdes parecía un poco triste; sin embargo, su voz seguía siendo gentil y cortés: —Haré lo que mi familia decida.

Luego agregó. —Adiós, señora.

Después de colgar, Lourdes se quedó parada en silencio por unos segundos.

Luego, de manera casual, lanzó su teléfono en la bolsa y miró de nuevo a Ana, recuperando su sonrisa anterior: —¿Deberíamos entrar?