Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1050

En el estacionamiento frente al cine.

Ana y Lourdes subieron a sus respectivos autos.

Inicialmente, Lourdes había planeado invitar a Ana a una comida nocturna, ya que hay varios lugares en la ciudad A conocidos por sus delicias nocturnas, y que ahora son más concurridos que nunca. Anteriormente, Lourdes no se atrevía a ir sola a esos lugares.

A veces asistía, pero solo para pedir la comida y dejarla intacta, observándola fijamente.

Sin embargo, tras encontrarse con Salvador y Sofía, su ánimo decayó completamente.

—Nos vemos otro día —propuso Lourdes a Ana.

Ana sonrió y respondió: —Por supuesto, en otra ocasión. Que descanses bien.

Acto seguido, Ana encendió su coche y partió primero.

Justo cuando Lourdes se disponía a seguir a Ana, su teléfono sonó.

Al ver que Salvador era quien llamaba, frunció el ceño y colgó inmediatamente, luego aceleró para alejarse.

Tras haber conducido un trecho, un auto se interpuso bruscamente frente a ella, obligándola a detenerse.

Bajo la luz del alumbrado público, Lourdes, visiblemente furiosa, tocó la bocina al coche que la había adelantado.

—¿De dónde salió este insensato? —murmuró Lourdes, incapaz de contener su enojo.

Cuando el imprudente conductor descendió y se acercó, la expresión de Lourdes se endureció aún más.

No pudo evitar maldecir nuevamente.

Salvador se aproximó, indicándole a Lourdes que bajara del auto.

Lourdes no se movió.

Cada vez que veía a Salvador, su irritación aumentaba.

—La última vez que te vi en el hospital, ¿qué enfermedad tenías? ¿Es algo serio? —preguntó Salvador, dejando que el dolor en su pecho se ahogara en silencio.

Por alguna razón, últimamente no dejaba de recordar a Lourdes, pálida, en el hospital.

Ella siempre ha seguido una dieta estricta y cuida meticulosamente su figura, y la familia López incluso tiene su propio médico de cabecera. ¿Cómo terminó en el hospital?

Si hubiese sido algo menor, como un resfriado o fiebre, podría haberlo tratado con su médico.

Al escuchar la pregunta de Salvador, Lourdes no pudo evitar sonreír con ironía. —¿Esto es preocupación por mí? ¿No estarás confundido?

De repente, no podía entender a Salvador.

Gente como él siempre ha sido egoísta.

Puede elegir desconsideradamente estar con la mujer que ha amado durante años y ahora viene a preguntar por su salud, ¿no teme que Sofía lo vea y se enfade? ¿O realmente cree que necesita su preocupación?