Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1127

Salvador rápidamente atendió el teléfono.

—¿Ana?

—Soy yo, Salvador. Hay algo urgente y necesito tu ayuda —dijo directamente.

Sin dudarlo, Salvador respondió: —Dime lo que sea. Haré todo lo posible por ayudarte.

—Alejandro está en la casa ancestral de los García... —explicó brevemente. Detalló que Alejandro podría haber sido drogado y que las personas en la casa ancestral probablemente no le permitirían marcharse. Todo esto lo comunicó rápidamente a Salvador.

Salvador se preocupó. —Entendido. No te preocupes, iré ahora mismo a la casa ancestral de los García. En el camino llamaré a Valentina para coordinar cómo manejar a esa gente. No te inquietes, conduciré hasta allá y me aseguraré de que Alejandro regrese a salvo. Dile a Cipriano que se prepare con anticipación.

No tuvo tiempo para preguntarse por qué Ana y Valentina se conocían o por qué ella, después del divorcio, seguía preocupándose tanto por Alejandro.

En fin...

El favor que Ana necesitaba, él estaba dispuesto a concederlo.

Y si la familia García intentaba hacerle daño a Alejandro, tendrían que vérselas con él.

Estas personas habían estado causando problemas últimamente y ahora se negaban a detenerse.

¡Realmente admiraba la audacia de ese grupo!

Después de escuchar la promesa de Salvador, Ana también contactó a Cipriano antes de entrar al metro, pidiéndole que fuera a su casa primero.

Luego continuó llamando al asistente Eduardo.

Esta vez, el asistente Eduardo contestó.

—Señora, hace un momento no pude atender el teléfono. Es posible que haya surgido un problema con el presidente Alejandro. don Xavier le ofreció una bebida frente a todos y el presidente no pudo rechazarla. Luego se emborrachó y lo llevaron a una habitación de huéspedes. Valentina está con él ahora mismo. Yo fui retenido por Rafael y los demás...

Antes de que pudiera terminar, Ana interrumpió: —Ya envié a Salvador.

El asistente Eduardo suspiró aliviado. —Eso es rapidez, señora. No se preocupe, hay muchos invitados aquí y no pueden hacer gran cosa. Además, contraté a algunos guardaespaldas que están esperando afuera.

De hecho, antes de que llegaran, el presidente Alejandro ya estaba prevenido.

Sabían que Xavier y los demás intentarían algo.

No tenía nada que discutir con Rafael, un hombre tan vil.

—

Rafael miró su teléfono después de que la llamada se cortara, su rostro oscurecido por la ira.

Rechinando los dientes, murmuró:

—¡Bien! Si no te doy una lección, nunca sabrás lo que significa enfurecerme.

Antes, Alejandro la protegía, pero ahora...

Alejandro quizás ni siquiera pueda protegerse a sí mismo.

Se acercó a la cabecera de su cama y sacó un amuleto de jade con un profundo sentido histórico de debajo de la almohada.

—¡Ahora estoy agradecido de tener aunque sea un poco de lazo de sangre contigo!