Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1177

Ana observó con discreción el cambio drástico en la expresión de la sirvienta.

Después de salir de la villa, Patricia expresó su duda: —¿Hay algún problema con ese collar?

—¿Qué relación tiene esa sirvienta con la que murió de forma accidental al caer por las escaleras? —Preguntó Ana directamente.

Patricia se quedó perpleja por un momento: —Son madre e hija.

Al oír esto, Ana afirmó con el rostro algo sombrío: —Si es así, entonces está bien.

Patricia, confundida, no entendió en ese momento qué quería decir Ana con que eso estaba bien. ¿Qué relación tenía entonces con la sirvienta de antes?

Viendo la total confusión en el rostro de Patricia, Ana no dijo más: —Ya no necesitamos ir a la casa de Mario, busquemos un lugar donde podamos hablar.

Patricia intuía que las cosas no eran tan simples, como parecían.

Tenía algunas dudas en su mente.

Señaló un camino a un lado.

—Si bajamos por aquí, hay justo un lago, un lago artificial, por lo general no hay gente, es muy tranquilo.

—Está bien.

Caminaron unos quince minutos aproximadamente hasta llegar.

Aunque se decía que era un lago artificial, era bastante grande.

Y efectivamente, como dijo Patricia, no había nadie.

Era un lugar ideal para acampar o hacer una barbacoa y relajarse.

Patricia se sentía cada vez más nerviosa.

Últimamente habían ocurrido demasiadas cosas en la familia Jiménez, y además, la situación de la familia Jiménez en la ciudad A había estado empeorando de forma gradual en los últimos dos años.

Así que realmente no quería más contratiempos.

—¿Podemos hablar ahora? —Preguntó con cautela.

Ana miró las claras aguas del lago y dijo con voz grave: —No puedo involucrarme en este asunto de ustedes, la familia Jiménez.

Ella misma había presenciado algunas escenas cuando era joven, y debido a la influencia de las personas a su alrededor en ese tiempo, solo pensaba que esas sirvientas, con deseos de riqueza, se habían vendido a sí mismas. Consideraba a esas personas comunes y codiciosas, así que despreciaba por completo a esas sirvientas con tales codicias.

Por lo tanto, después algunos asuntos se entendían tácitamente entre todos.

—Está bien, lo entiendo, gracias por venir.

Ana miró por un momento la hora, pensando en la sirvienta que acababan de ver, algo temerosa: —Si Melchor y Mario se dan cuenta de su error, entonces deberían pedir perdón a la sirvienta que acaban de ver. Si no pueden resolver este asunto perfectamente, Melchor y Mario no vivirán por mucho tiempo.

Quizás Melchor y ellos piensen que la vida de las personas comunes no es importante, y manipular a las personas comunes solo satisface algunos de sus sucios deseos privados.

—Está bien, lo sé. —Patricia se puso seria de repente.

En ese preciso momento, también entendió que Ana tal vez ya había adivinado la verdadera causa de la muerte de esa sirvienta.

Antes, ella no había pensado demasiado en ello.

Ahora también lo había adivinado.

En la mente de Ana surgieron algunas fugaces imágenes.