Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1191

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Ana salió de casa por la mañana y se dirigió directamente al edificio del Grupo Pérez.

Hacía más de tres años que no veía a Fernando, quien parecía no haber cambiado nada desde entonces.

Por su parte, Pablo había logrado una notable estabilidad, aprendiendo al lado de Fernando. Solía hablar mucho con ella por celular y frecuentemente le consultaba sobre diversos temas.

—¿Cómo es que has adelgazado? ¿Acaso no es buena la comida allí? Permíteme enviarles algunos vegetales y arroz por avión.

Al ver a Ana notablemente más delgada, Fernando no pudo evitar sentir compasión.

Ella, al igual que su viejo amigo, había soportado el dolor de perder a Alejandro durante estos años lejos de su hogar.

¡Ay!

¡Quién podría imaginar que la vida daba tantas vueltas!

—Abuelo, Antonio nos envía arroz cada mes por avión y allí tenemos de todo, así que no te preocupes. —Comentó Pablo, pensando que su abuelo exageraba un poco.

Sin embargo, a veces las videollamadas no reflejan la realidad completa, solo al verse en persona se dio cuenta de cuánto había adelgazado Ana en realidad.

Ana sonrió y dijo: —Sí, puedo comprar todo lo que desee comer. Recientemente tuve una gripe y no podía alimentarme bien, y sin darme cuenta perdí peso. Pero desde que regresé, ya he recuperado dos o tres libras.

No estaba exagerando.

Se había pesado al llegar y, después de unos días de comer y beber en su ciudad, esa mañana había ganado algo más de dos libras.

Definitivamente, es más fácil engordar en la ciudad A.

—Jajaja, bueno. —Fernando al saber que había engordado se rio un poco. —¿Vas a quedarte unos meses esta vez?

Ana respondió: —He planeado quedarme un mes por ahora, veremos cómo van las cosas después de eso. Estoy un poco preocupada por mi abuela.

Temía que, en su ausencia, su abuela no tomara sus medicamentos a tiempo y se sintiera sola sin su compañía.

En realidad, su abuela tenía algunos amigos en el extranjero con quienes solía reunirse para jugar a las cartas, tomar café y charlar, pero a veces olvidaba tomar sus medicamentos a tiempo.

—Voy contigo a casa de los Campos. Me preocupa que no puedas manejar a la familia Campos sola. De todos modos, ellos saben que no soy fácil de tratar y seguramente no se atreverán a decirte nada desagradable en mi presencia. Además, mañana por la noche hay una cena benéfica y necesito una acompañante. ¿Te gustaría venir conmigo? —Pablo intervino rápidamente.

Después de varios años, se dio cuenta de que no había encontrado a nadie que realmente le importara, excepto a la mujer frente a él.

La había amado durante años y todavía la amaba.

Esta vez, sin Alejandro para interferir, estaba determinado a hacer que Ana se enamorara de él.

Justo cuando Ana iba a rechazar, Fernando asintió: —Sería bueno que este muchacho te acompañe. La situación en la familia Campos podría ser más complicada que en la familia Jiménez. En cuanto a la cena, tú decides. Estas cenas benéficas se realizan varias veces al año en la ciudad A y no hay nada nuevo, aunque tal vez te interese la subasta de antigüedades que algunos organizan.

Siguiendo el consejo de Fernando, Ana sonrió y dijo: —Ok.

Luego, a Pablo le dijo: —Vamos ahora entonces.

Justo cuando Ana salía, Pablo bajó la voz y le dijo a Fernando: —Espera a que consiga una esposa.

—Mírate en el espejo, ¿tú crees que te lo mereces? Vete ya. —Fernando rodó los ojos, su nieto tenía un solo punto a favor: era narcisista.