Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1229

Beatriz sonrió: —Sí, bloqueé tu número.

Era su celular, podía bloquear a quien quisiera, ¿qué derecho tenía la otra persona para cuestionarlo?

La mujer frunció el ceño, observó a Beatriz cuidadosamente, y finalmente, con desdén en sus ojos, dijo: —Intenté encontrarme contigo varias veces y siempre me rechazaste. Solo me quedó ir a buscarte. Hola, me llamo Salomé.

Había investigado previamente a Beatriz, así que tenía una foto de ella.

También sabía que Beatriz había sido esposa de Bryan.

Una mujer divorciada que había logrado deslumbrar a Mauricio tanto como para hacerlo abandonar todo y regresar a Ciudad A. Siempre orgullosa, Salomé sentía curiosidad por saber qué tipo de persona era Beatriz.

Ese día, al verla en persona, quedó aún más perpleja.

—No sé si tienes problemas de audición. Te he llamado varias veces y te he dicho que no necesitamos encontrarnos. Yo y el señor Mauricio no tenemos ningún vínculo. No pareces tener problemas auditivos, entonces, ¿es que no escuchas lo que digo? —dijo Beatriz con un gesto de exasperación.

¿Por qué ella se sentía tan superior en ese lugar?

¿Pensaba que era fácil intimidarla porque tenía un buen temperamento?

Salomé no esperaba que Beatriz fuera tan elocuente.

Muchas personas se cuidarían mucho en sus palabras, pero Beatriz claramente no le tenía miedo.

Furiosa, Salomé inhaló profundamente antes de decir: —¿Crees que diciendo que ustedes no tienen nada, eso lo hace verdad?

—¿Necesito tu confirmación? —replicó Beatriz, molesta.

¿Cómo podía haber tanta gente sin vergüenza y que no escuchaba a los demás en este mundo?

Realmente admirable, ¡esa gente estaba loca!

—¡Tú! Si no te gustara Mauricio, ¿cómo podrías haber aceptado ser su asistente? Cuando eras su asistente, ¿no tenías segundas intenciones? Sé que has sido fan de Mauricio desde hace mucho tiempo, y ahora los fans harían cualquier cosa por su ídolo. Te divorciaste por él y, aun así, te presentas como alguien honesto. ¿Crees que te creeré?

Salomé estaba furiosa, su rostro alternaba entre el rojo furioso y el pálido de la ira. —¡Tú!

—Si solo me llamaras para acosarme, aún lo toleraría, pero has venido a mi casa, eso no puedo soportarlo. No me importa quién seas, ¡lárgate! No vengas a acosarme a mi casa —continuó Beatriz.

Salomé había agotado por completo la paciencia de Beatriz.

—Si no te hubieras entrometido como la tercera en discordia, seduciendo a mi prometido, ¿crees que habría venido a buscarte? —Salomé, ya sin cuidar su imagen, le gritó furiosamente a Beatriz.

Beatriz se rió con desdén. —¡Cállate si no sabes comunicarte! ¿Con qué derecho dices que soy la tercera en discordia? ¿Qué tiene que ver tu prometido conmigo? Si estás tan preocupada, deberías pegarte al señor Mauricio todos los días y no ver fantasmas de intrusas por todas partes.

—¡Tú! ¿Te atreves a garantizarlo? Si has seducido a Mauricio, que nunca encuentres al amor de tu vida —dijo Salomé, enfurecida. No esperaba que Beatriz fuera tan terca; Mauricio ya había regresado a Ciudad A, y aun así Beatriz se negaba a admitir que había seducido a Mauricio.

Esa mentira podría engañar a otros, pero ¿a ella? ¿No era eso ridículo?

Beatriz miró a Salomé como si viera a una idiota. —¿Quién eres tú para que tenga que darte garantías?