Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1235

—¿Tu prometido se sentirá herido al escuchar eso? —Ana bromeó.

Lourdes sonrió diciendo: —Probablemente sí. Por cierto, también tengo un regalo para ti.

—¿Un regalo? —¿Cómo había encontrado tiempo para preparar un regalo en medio de todo? Ana estaba algo curiosa.

Lourdes sacó un libro de la mochila que llevaba.

Era claramente un libro antiguo.

Estaba cubierto con una funda protectora.

—¿Un libro? —Ana se sorprendió.

—Lo traje del extranjero, venía con algunas de mis maletas que envié por carga. Me olvidé de esto hasta que ayer ordené mis maletas y encontré el libro. Lo vi en una librería en el extranjero; el dueño me dijo que algunos libros fueron vendidos en paquete, todos son de segunda mano porque están en español y tratan sobre antigüedades, y a muchas personas no les interesa, por lo que se quedaron allí hasta que yo los encontré.

Lourdes contó el origen del libro.

Mientras Lourdes hablaba, Ana hojeaba el libro.

Las descripciones de ciertas entidades maléficas eran muy detalladas y completamente sorprendentes para ella.

Durante esos años, había buscado libros sobre entidades maléficas en bibliotecas y tiendas de libros usados sin éxito.

No esperaba que Lourdes encontrara un libro sobre ellas.

—¡Esto es maravilloso! Lourdes, ¡eres increíble!

El libro contenía métodos para crear una entidad maléfica y cómo identificarlas; aunque los métodos de identificación eran muy detallados, solo podían usarse después de que ocurrieran incidentes.

En definitiva, el libro explicaba una cosa.

Voluntad.

Las personas con voluntad débil eran las más susceptibles a ser influenciadas por entidades maléficas.

Las chicas que conocía siempre esperaban encontrarse con alguien como Salvador.

Un hombre distinguido y acaudalado que podría mostrarles vistas que nunca habían visto.

Salvador escuchó a la joven universitaria con una expresión indiferente en su rostro, sin mostrar ningún signo de emoción.

Él simplemente asintió levemente: —Hmm, de hecho, es posible.

A la joven universitaria no le importó la frialdad de Salvador; en su opinión, un hombre como Salvador seguramente tendría su propio carácter. Ella sonrió radiante: —Señor Salvador, después de comer, ¿podríamos ir al Complejo de Aguas Termales en el campo por un par de días?

—¿Señor Salvador?

Cuando la estudiante vio que Salvador no respondía y estaba mirando fijamente hacia otro lugar, inmediatamente siguió su mirada.

Al ver que Salvador observaba a una mujer que era extremadamente gentil, hermosa y de agradable presencia, se quedó paralizada.

—¿Señor Salvador? —Ella lo llamó de nuevo.