Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1311

—Sí, perfecto.

—¡Sigue pegándole! Déjala con un último aliento. Cuando ya no sea posible encajar los huesos, entonces tírala como perro afuera. ¡Tengo que desahogar esta ira!

En ese momento, Carmen estaba aterrorizada; el dolor la había hecho perder la lucidez, pero aun así rogaba por misericordia: —Me equivoqué, fue mi error, pero por favor perdóneme y déjame ir. Yo no pretendía engañar a Gina, fui manipulada de la peor manera por otro que si le quería hacer daño, tenían mi celular, usaron mi nombre para engañar a Gina. Yo de ninguna forma buscaba lastimarla o hacerle algo malo, Gina y yo somos grandes amigas, las mejores amigas. ¡Gina dira que es verdad y que soy inocente!

—¡No pueden hacerme esto! ¡Definitivamente no lo puede hacer!

—¡Déjenme ir, llévenme al hospital, apiádense de mí! Mi familia tiene dinero, si ustedes me llevan allí, ellos pagarán cualquier compensación que quieran.

Sin embargo, no importaba lo que dijera; seguía siendo torturada una y otra vez.

Finalmente, ella se desmayó.

En el hospital, Judith ya había despertado y, al ver a Francisco consumido por la preocupación, rápidamente dijo: —¿Estás acaso preocupado por mí? No te preocupes, estoy bien, tengo mucha suerte, ¿es así que me trajeron al hospital?

Francisco, aún asustado, respondió: —¿Ella te invitó a tomar café y fuiste con ella? Esa mujer no tiene límite alguno, puede hacer cualquier cosa.

Judith también estaba asustada. —En ese momento pensé que no importaba si era un centro comercial o una cafetería; siempre hay muchísima gente. Ella no se atrevería a hacer algo tan descarado como lo que hizo, pero subestimé su audacia. Nunca más haré algo así, ¡sé qué hacer de ahora en adelante! No te preocupes por mí. ¿Dijiste que la persona que me salvó era amiga de Anita?

—Sí, es una gran amiga de ella, y también conoce a Carmen, — afirmó Francisco.

—Carmen... no es de extrañar que me pareciera familiar. La había visto antes en algunos escándalos y videos en internet. No le presté mucha atención al respecto en ese momento; solo pensé que era muy audaz para salir a enfrentar a todos. Pero, quién iba a pensar que era la hermana de quien me hablaste antes. Judith sintió un escalofrío en la espalda.

Carmen, aunque estaba emparentada con Francisco, realmente no tenía límites en sus acciones.

Gente sin límites realmente podía hacer cualquier tipo de fechoría. Si hoy no hubiera sido por la amiga de Anita, quien fue ella que justo la encontró, aún no sabría dónde estaría, posiblemente en una situación algo desesperada.

¡Qué aterrador!

—Hemos denunciado a la policía, y además de las cámaras de seguridad, tienen evidencias del médico y mi testimonio como víctima. ¿Esto no es acaso ya suficiente para detenerla? — preguntó Judith.

Luego, Ignacio escribió: —El jefe dice que esperemos unos cuantos días más antes de deshacernos de ella. En unos días, nadie podrá hacer que Carmen se levante de nuevo. No podrá volver a hacerle daño a tu familia.

Ana se quedó al instante pasmada.

Pasó un momento antes de que reaccionara, sintiéndose algo aturdida.

No podía describir esa terrible complejidad que sentía en lo profundo de su corazón.

Sin darse cuenta, había entrado en un lugar bastante remoto.

Este lugar estaba en un pequeño pueblo.

Era tranquilo y poco poblado, ideal para sentirse segura.

Mientras el conductor estacionaba cuidadoso, Ana de repente vio al lado un auto muy familiar, similar al que Alejandro había conducido al hospital aquel día.