Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 160

Alejandro se enamoró de repente de ese momento.

Podría dormir tranquilamente toda la noche.

Y también tendría la oportunidad de ver a primera hora de la mañana el rostro de alguien ante quien no necesitaba reservas.

Debería buscar un momento para hablar con ella. Si ella pudiera aceptar una vida tan simple y libre de complicaciones, y libre de amores poco realistas, entonces él verdaderamente podría considerarla como su esposa.

——

Ana se levantó por la mañana, desayunó con la abuela García y luego recordó que había prometido visitar a Pablo en el hospital.

Luego, Ana llamó a Pablo, se disculpó de nuevo y prometió que definitivamente iría al hospital mañana. Percibió la decepción en la voz de Pablo.

¡Cuando fuera al hospital mañana, llevaría un regalo para disculparse con Pablo! Después de colgar el teléfono, se dirigió de inmediato a la casa de su madre adoptiva.

En el camino, pasó por el supermercado y compró varias cosas.

Elena ya estaba en casa esperándola temprano.

Javier también estaba en casa, estudiando.

Tan pronto como Ana llegó, Elena le dijo directamente: —Compraste demasiada ropa para Javier ayer; aún está creciendo y es posible que no le dure mucho. Además, he visto los precios; son muy caros. Acabas de empezar a trabajar y a ganar dinero; deberías ahorrarlo para cosas que realmente te gusten.

Javier ya había escuchado esto toda la mañana. No solo su madre estaba molesta; él también se arrepentía profundamente.

—Mamá, ahora estoy ganando suficiente dinero, puedo permitirme comprar algunas prendas. Ver a mi hermano tan elegante con ellas ya les da todo su valor, — trató de persuadir Ana.

—Me preocupa que te estés descuidando, — Elena conocía a Anita mejor que nadie; Anita soportaba cualquier sufrimiento en silencio, nunca se quejaba con ellos para no preocuparlos.

Ese dinero, Anita lo había ganado con esfuerzo.

—Hermano, ¿por qué no devolvemos la ropa? — Javier sugirió, pensando que siendo hombre, no necesitaba vestirse tan bien.

Por lo tanto, conocía bien ese camino.

Después de conducir casi cincuenta minutos, llegó.

Una vez allí, Ana llamó a Manuel, quien le pidió que esperara diez minutos.

Acababa de terminar de grabar su escena. El resto de las escenas eran nocturnas, así que tendría tiempo para pasear con ella por la zona.

Solo había esperado unos minutos cuando un guardia de seguridad la reconoció.

—¿Es la Señorita Ana? — preguntó el guardia acercándose.

—Sí, soy yo.

—La vi y me pareció familiar. ¿Desea la Señorita Ana entrar a la villa? Don Ramón dijo que puede venir a jugar cuando quiera; puede entrar directamente con su coche, — dijo el guardia de inmediato.