Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 17

—¿Cuánto más? —preguntó Ana.

Llegar temprano no era un problema. Habían acordado terminar a las tres de la tarde y retrasarse una hora no era un inconveniente. Ella quería terminar este trabajo lo antes posible, pues tenía otros planes en mente.

—Diez mil dólares, ¿qué te parece?

Si esto hubiera sido hace unos días, Ricardo no se habría atrevido a subir el precio. Pero después de ver la técnica de restauración de Anita con sus propios ojos, que era superior a la de los maestros del sector que había contratado antes, cambió de opinión.

Incluso había decidido que, después de terminar con estos dos cuadros, recomendaría a Anita a una casa de subastas.

Ana aceptó la oferta sin pensarlo mucho.

Pablo quería decir algo, pero recordó la advertencia de su abuelo y decidió guardar silencio.

——

En la casa de los González.

Diego, que acababa de regresar de un viaje de negocios, escuchó a Laura relatar lo sucedido en la llamada telefónica con Ana el día anterior. Enfurecido, arrojó con fuerza el vaso medio lleno de agua sobre la mesa.

—Bien, ¿no decía con firmeza que no había usado la tarjeta que le di? ¡Ahora mismo voy a hacer que revisen los registros de consumo! ¿Quién le dio el valor para hablar así con sus padres? Hoy tampoco fue al hospital, dejando a Carmenita sin sangre para su tratamiento. Es tan desobediente, mentirosa y sin remordimientos que no quiero reconocerla como mi hija.

Laura llevaba con dolor de cabeza desde la noche anterior. —No sé dónde ha estado estos últimos días. Parece que no ha estado en casa de su madre adoptiva. Si se mete en problemas fuera y la gente de Ciudad A se entera de que es nuestra hija, ¿no nos haría quedar en ridículo? Solo de pensarlo me duele la cabeza.

—Le voy a llamar para que vuelva a casa y se disculpe con nosotros. —dijo José con el rostro serio.

A él realmente no le gustaba la hermana biológica de Ana.

Después de todo, ella había crecido en el campo y no era tan hábil como Carmen para ganarse el cariño de sus padres.

—De verdad, todo esto es culpa mía. Papá, mamá, hermano mayor, no se enfaden conmigo. —dijo Carmenita con la cabeza baja, fingiendo estar triste.

Laura no podía soportarlo y la consoló, —No es tu culpa, todo es culpa de Ana.

Aunque José tenía el número de Ana guardado en su teléfono, nunca le había llamado antes.

Marcó el número y la llamada se conectó rápidamente.