Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 174

¿No le había ya extendido el dedo, indicándole la respuesta?

—¡No importa si sigue bebiendo!

Después de decir esto, ella tomó el vaso y bebió otro sorbo de vino.

Sin embargo, su mano fue capturada por Alejandro.

Sus manos largas y fuertes cubrieron completamente las de ella, y la palma de su mano estaba ardiente.

Ana había bebido y su percepción era algo lenta; no notó nada. Aprovechando la borrachera, se enfadó: —¡Suéltame! No pienses que me asustas por ser siempre tan serio. Te digo que soy buena peleando.

Alejandro no sabía si reír o llorar.

Ana, borracha y enojada como un niño al que no le han dado dulces, acusaba también un poco a él.

La descripción de estar siempre serio era acertada.

Hacía tiempo que no era fácil para la gente leer sus pensamientos.

—Tranquila, estás borracha, no puedes seguir bebiendo —dijo él con una paciencia poco común.

Su tono de voz estaba notablemente suavizado.

Pero Ana, que había bebido, no era fácil de tratar.

Especialmente ahora, mirando a Alejandro, cuyo rostro parecía cambiar de forma: —¿Por qué te has puesto tan feo?

Alejandro se puso serio de repente. ¿Feo?

Nunca había considerado que el adjetivo "feo" pudiera estar relacionado con él.

—Piénsalo bien antes de hablar. ¿Quién es el feo? —la voz de Alejandro era baja y tenía un tono seductor.

Ana estaba algo sin palabras: —Obviamente tú eres el feo, ¿acaso sería yo? Espera un momento, voy a buscar mi teléfono y encontrar una clínica de cirugía estética para ti, ahora mismo esos ojos en tu frente son demasiado feos, vamos a una clínica para sacarlos, y entonces ya no serás feo.

Si hubiera estudiado medicina en la universidad, no necesitaría buscar a otra persona, ella misma podría realizar la cirugía.

Qué lástima.

¡Qué feo!

Sin esos ojos de más, Alejandro claramente sería muy guapo.

¡Bien!

Más borracho, Alejandro apenas esbozó una sonrisa.

Tocando y pellizcando por su pecho, incluso apretó un poco.

—Mi cama es demasiado dura... necesito cambiar el colchón.

Dijo esto, y su rostro se acercó al pecho de Alejandro.

El tono de su voz se volvió despectivo: —definitivamente necesito cambiar el colchón...

Alejandro, que había sido juguetonamente manoseado, miró a Ana con ojos oscuros y profundos, su expresión era indecifrable: —¿Sabes que has tocado algo que no deberías?

—¿Crees que no podría empezar a tener sexo contigo ahora mismo?

Sin embargo, esta amenaza no tuvo efecto.

Ana no escuchó nada y siguió durmiendo tranquilamente.

Después de subir las escaleras y dejar a la mujer en la cama, Alejandro decidió irse.

Necesitaba darse una ducha.

Su cuerpo había reaccionado físicamente después de ser tocado y apretado.