Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 192

Grupo Pérez.

Carlos llegó corriendo y desaliñado; eran ya las cuatro de la tarde.

A esa hora, la gente comenzaba a dejar el edificio.

Había tardado mucho en el mostrador de cobros del hospital, vendió la casa familiar y pidió préstamos a todos sus parientes. Finalmente, sacó dinero con su tarjeta de crédito, pidió prestado a compañeros de universidad y recurrió a múltiples préstamos en línea, logrando reunir el dinero suficiente para la operación de su madre.

El momento de la cirugía ya estaba establecido.

Originalmente, Carlos esperaba que, después de la cirugía de su madre, podría resolver las cosas con Ana.

Pero, inesperadamente, Ana no había elegido a Eduardo, sino a Alejandro.

¡El hombre que Carlos ni siquiera se atrevía a considerar!

¿Acaso Ana había cambiado? ¿No le importaba el origen de su novio? Ella nunca había prestado atención a la nobleza antes.

Pero ahora, ella era la amante de Alejandro, dispuesta a ser manipulada por él.

¡Siete años de relación!

Durante esos siete años, nunca le permitió tocarla, y ahora estaba con Alejandro.

Carlos no lo podía aceptar; si ella hubiera estado con él de esa manera, nunca habría tenido relaciones sexuales con Carmen.

Miró hacia el Grupo Pérez, incapaz de ver claramente el edificio en la cumbre, un lugar al que muchos aspiran pero no todos pueden acceder.

Cuando Ana estaba con él, ciertamente disfrutaba de visitar museos y le gustaba pasear por la calle de las antigüedades; casi había leído todos los libros de historia en la biblioteca. Pero disfrutar de los libros y las antigüedades no significa saber cómo restaurarlos; Ana solo pudo entrar al Grupo Pérez gracias a Alejandro.

Para la gente común, el equipo de Don Fernando es bastante justo en su selección, basándose en el mérito para elegir a las personas.

Pero para la nobleza, esas reglas están hechas solo para los plebeyos.

¡Ana había roto con él sin la más mínima vacilación por esas superficialidades!

Exclamó Ana, tirando de su mano con fuerza para liberarse.

Y le propinó dos bofetadas, una a cada lado.

No se contuvo en absoluto con sus golpes.

¡Había querido golpear a Carlos desde hacía tiempo!

Ahora que él mismo se había presentado a recibirlos, si no lo hacía, sentiría que no le estaba haciendo justicia a las cosas que él había hecho en su vida pasada.

Carlos, quien había dejado de entrenar y estaba decaído, quedó aturdido por los golpes de Ana y retrocedió dos pasos.

—¡Ana, has cambiado! ¡Ya no eres la misma de antes! Nunca habrías hecho algo así antes. Ya sé la verdad, ¿Alejandro te está manteniendo? Ana, ¿sabes que él solo está jugando contigo? ¡Él nunca se casará contigo, ni se hará responsable de ti!

Ana levantó una ceja.