Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 353

—Alejandro, Ana. —los llamó Sofía inmediatamente.

Alejandro asintió con la cabeza.

Ana sonrió: —Parece que la señorita Sofía se ha recuperado bien.

—Gracias a la cuidadora, que me ha atendido muy bien. ¿Cómo es que tienen tiempo de visitarme hoy? ¿No habían salido a divertirse? —Sofía los observó discretamente y luego preguntó con una sonrisa aparentemente casual.

—Hoy él tenía una reunión, yo fui a pasar unas horas al acuario del hotel. —respondió Ana sinceramente.

Sofía, sorprendida, preguntó: —¿Ana fue sola?

Ana sonrió. —Sí.

De repente, Sofía sintió que la oscuridad que había cubierto su corazón se disipaba. —Alejandro en realidad siempre está muy ocupado, Ana, no te enfades con él.

¿Enfadada?

Ana pensó, sonriendo en su respuesta. ¿Cómo había deducido Sofía que estaba enfadada?

—Alejandro también estaba muy ocupado antes. A veces comíamos juntos y, en medio de la comida, tenía que correr al aeropuerto porque decía que tenía un viaje de trabajo. —continuó Sofía.

Ana sonrió cortésmente. —Es verdad, el trabajo es importante.

Sofía continuó con una sonrisa: —Ana, quizás no lo sepas, pero Alejandro, dondequiera que aparezca, hace que la gente se sienta intimidada inconscientemente. Una vez, algunos compañeros de mi secundaria vieron a Alejandro y solo con una mirada de él, uno de ellos se asustó tanto que tuvo pesadillas esa noche. Al día siguiente vino a quejarse conmigo, diciendo que la mirada de Alejandro parecía decir que si se acercaba a mí a menos de medio paso, Alejandro podría estrangularlo. Todavía recuerdo lo pálido que estaba el rostro de ese compañero de clase cuando me dijo esas palabras.

¿Tan grande es su celos?

Ana levantó la vista hacia Alejandro, viendo que no le gustaba que ese compañero de clase estuviera cerca de Sofía.

¿Qué pensaba realmente de Sofía?

—Ese compañero de clase pensaba demasiado, yo miro a todos de la misma manera. —La voz de Alejandro era naturalmente fría, pero su oportuna intervención hizo que la sonrisa de Sofía se endureciera por un momento.

Sofía rápidamente recuperó su sonrisa. —Sí, pero mi compañero no lo sabía, y menos mal que se lo expliqué al día siguiente. Solo así pudo ir tranquilo a la escuela, si no, ni siquiera se habría atrevido a ir.