Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 359

Ante la puerta de la habitación del hospital

Gustavo observó cómo los dos se acercaban y, con un rostro sombrío, les preguntó: —¿Por qué vienen justo ahora?

—Por la preocupación por mamá, no pudimos dormir bien anoche —respondió José con una excusa improvisada.

La situación de mamá ya era irreversible; en adelante, solo quedaría paralizada en cama y siempre necesitaría alguien que la cuidara. No había otro remedio que aceptarlo.

El semblante de Gustavo se tornó aún más sombrío, como si hubiera visto a través de José y Carmen. —Mañana también vendré a esta hora.

Luego, se levantó para irse.

Tras dar unos pasos, recordó algo y les dijo: —Sergio y yo hemos pensado en una manera de obligar a Ana a volver para cuidar a mamá. Colaboren bien cuando llegue el momento.

José, por supuesto, estuvo de acuerdo. —Dinos con anticipación qué necesitas que hagamos.

Carmen respondió obediente: —Está bien, Gustavo.

—Me voy.

Los dos entraron después a la habitación y vieron a Laura acostada en la cama, con un rostro pálido y sombrío.

—¿Cómo te sientes hoy, mamá? —Carmen preguntó con voz suave y tierna.

—¿Cómo crees que me siento? ¿Cómo puedes preguntar eso? Mis piernas ya no funcionan; de ahora en adelante, solo puedo acostarme en esta cama a esperar la muerte. ¿Acaso todos ustedes no están esperando que me muera? ¡Pues no les daré el gusto! Vienen tan tarde, ¿acaso no es porque no quieren cuidarme? —Laura gritó furiosa.

Un accidente de coche había revelado la verdadera cara de estas personas en su hogar.

No tenían paciencia con ella; todos la evitaban.

Y Carmen, quien antes decía que era la mejor madre del mundo, hablaba de respetarla, pero ¿cómo había sido su trato estos días en el hospital?

Sus tres hijos también tenían el rostro sombrío, como si los amputados fueran ellos.

Lo más doloroso era que su esposo Diego no había venido a visitarla en estos dos días. Aunque los asuntos de la empresa fueran complicados, ¿acaso no tenía ni un momento para verla?

¡Todo eran excusas!