Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 662

Un rostro que, sin duda, podría cautivar a cualquier hombre.

No es de extrañar que su hijo estuviera tan preocupado por ella y se resistiera a divorciarse.

Ana, con una expresión serena y distante, afirmó simplemente: —Soy yo.

Alejandro tomó firmemente la mano de Ana, envolviendo completamente la suya en la suya: —Ella es mi esposa.

Esa afirmación, "Ella es mi esposa", provocó un suave movimiento en la mano de Ana.

Él lo dijo con un tono firme, sin vacilar.

Como si el hecho de que ella fuera su esposa lo llenara de orgullo.

También reflejaba su sincero compromiso y la fuerza que estaba dispuesto a brindar.

Antonio, al presenciar esta escena, se sintió profundamente conmovido, pensando para sí que doña García podría estar finalmente tranquila; el señor Alejandro realmente cuidaba de la señora Ana.

Era obvio que estaba defendiendo a la señora Ana frente al señor Narciso.

¿Cuándo había sido el señor Alejandro tan atento anteriormente?

Narciso, con el rostro contorsionado por el disgusto, maldecía internamente.

—Ustedes solo han firmado el certificado de matrimonio, muchos en la ciudad A aún desconocen su relación. —dijo Narciso con voz fría.

Kenia, que aún no se había marchado, frunció el ceño al presenciar la escena.

Parecía que Alejandro se preocupaba más por Ana de lo que ella había imaginado.

Cuando miraba a Ana, sus ojos destilaban una ternura que quizás ni él mismo reconocía.

—Estoy organizando nuestra boda; les notificaré para que asistan. Ahora no es momento de discutir esto, si algo le pasa a la abuela, será difícil evadir la responsabilidad. —declaró Alejandro con voz fría.

Narciso, visiblemente molesto, replicó: —¿Eres consciente de lo que dices?

Es normal que una persona mayor no tenga la misma resistencia que en su juventud, y sentirse mal durante una llamada no es algo raro.

Definitivamente se podía sentir la confrontación entre padre e hijo.

Ana bajó los párpados, pareciendo muy obediente y sin hablar, solo una tormenta comenzaba a formarse en su corazón. ¿Se refería repetidamente a su esposa solo para molestar a Narciso?

Justo cuando este pensamiento surgió, fue reprimido.

No importa lo que sea, no debía pensar demasiado en ello.

La cara de Narciso se volvió aún más fea: —Hoy tu abuela no se siente bien, y además este es un hospital, no es lugar para discutir estos temas, después tendremos que hablar seriamente.

Alejandro soltó una risa fría y, de repente, levantó la vista hacia Kenia: —¿Todavía no te has ido?

El rostro de Kenia se tensó bruscamente.

Después de ser la esposa de Narciso durante tantos años, siempre fue respetada y tratada con precaución dondequiera que fuera, su elevada posición la había hecho olvidar qué se sentía ser menospreciada.

Ahora, siendo menospreciada por Alejandro hasta el punto de decirle que se fuera, se sentía profundamente confundida.