Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 699

De repente, comenzó a caer una lluvia torrencial fuera de la ventana.

El ruido contra los cristales era ensordecedor.

Dentro de la villa, el desorden reinaba por todas partes.

Pero las dos personas con sonrisas en sus rostros parecían no darse cuenta de nada.

...

Cuando Ana despertó de nuevo, ya era la mañana siguiente.

Alejandro yacía en otra cama del hospital, todavía vestido con el traje que llevaba el día anterior.

Abuela García, Fernando, Pablo y Haila estaban esperando fuera de la habitación a que despertara.

Al entrar, casi al unísono preguntaron: —¿Cómo te sientes, Ana? Estamos muy preocupados por ti.

Después de una noche de reposo y tratamiento intravenoso en el hospital, las heridas de Ana estaban bien atendidas y ella se encontraba en buen estado.

—Estoy bien, no se preocupen. —dijo Ana con una voz ligeramente ronca.

Si no hubiera sido porque desde niña aprendió a defenderse, conocía los puntos de presión y, lo más crucial, porque Alejandro y los demás llegaron justo a tiempo, los eventos del día anterior podrían haber tenido un desenlace fatal.

Hasta ahora, estaba agradecida por haber sentido miedo por primera vez desde su regreso a la vida.

Pablo observó la frente lastimada de Ana y las heridas en sus manos; sus ojos se tornaron rojos. ¿Esto es estar bien?

¡Quienes le hicieron esto a Ana no son humanos!

Pablo estaba enfadado, y tanto la abuela García como Fernando tenían los ojos llorosos. ¿Quién había secuestrado a Ana? ¿Qué pretendían hacerle? Aunque Alejandro guardaba algunos secretos, a su edad ya había visto mucho.

No necesitaban que Alejandro les contara; podían imaginarlo.

Alejandro había alertado a muchas personas para buscar a Ana en secreto, y el lugar donde la encontraron fue un almacén.

En ese almacén abandonado, había varios hombres y un montón de cámaras de video.

—Gracias, abuela, gracias, Fernando. —respondió Ana, conmovida.

Podía sentir el cariño y la preocupación de la abuela García y Fernando hacia ella.

Pablo, de pie a un lado, ocasionalmente lanzaba una mirada a Alejandro.

¡Hmph!

Si no fuera por los problemas que Alejandro trajo, Ana no habría sido secuestrada. Ahora, además, estaba llena de heridas.

Como hombre, no pudo proteger a su propia mujer, y Pablo pensaba que había sobreestimado a Alejandro antes. Aunque parecía intimidante, no era tan formidable.

Alejandro se sentaba al lado, sin hablar mucho.

Su rostro mostraba una expresión distante.

Si no fuera porque de vez en cuando su mirada se posaba en Ana, la intensidad fría de su presencia no disminuiría en lo más mínimo.