Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 78

—¡No te soltaré, Anita! ¡Te amo demasiado! Nos conocemos desde hace más de siete años, y en todo este tiempo, dime sinceramente, ¿no hemos sido felices juntos? Nadie te conoce mejor que yo, y yo también te conozco a ti. Vamos a registrar nuestro matrimonio, casémonos. Una vez casados, podrás ponerme a prueba cuanto quieras. ¡Juro que nunca te he sido infiel!

Carlos apretó su agarre aún más.

Realmente no podía perder a Anita.

Sólo Anita le era verdaderamente sincera y, a través de ella, quizás podría convertirse en yerno de la familia González.

Anita apretó los labios, mostrando su repulsión hacia el contacto de Carlos.

Sus hermosos ojos se oscurecieron, levantó el pie y pateó a Carlos, y con un giro ágil, lo tiró de espaldas al suelo.

¡Bang!

Carlos cayó pesadamente, viendo estrellas. —Ana...

Anita lo miró con desdén, su rostro era atractivo pero ahora lleno de desprecio. —Carlos, me has engañado durante más de siete años, ¿y crees que seguiré siendo engañada por ti? Vi las fotos en Instagram, tú y Carmen juntos. Tu comportamiento persistente me da asco.

—Tú, tú... —Carlos aún no podía creer lo que había sucedido.

¿Cómo había sido volteado tan fácilmente por Anita?

Por un momento, se sintió sin fuerzas, como si fuera liviano como una pluma.

Intentó levantarse, pero se dio cuenta de que seguía sin fuerzas.

—Ya te dije que fue falso. Lo que viste fue a Julia, ella me sedujo. ¿Por qué no puedes...?

Anita sacó un par de mangas de protección solar de su bolso y se las metió en la boca a Carlos.

—Lo dijiste muy bien, no lo repitas.

Mirando a Carlos, cuyo rostro se contorsionaba de rabia, Anita permaneció impasible.

Siete años de tiempo y una vida pasada llena de experiencias inhumanas se habían convertido en un odio intenso.

Se dio la vuelta, abrió la puerta del coche con agilidad y subió.

Carlos finalmente recuperó la fuerza, se levantó y se quitó el protector solar de la boca. —¡Anita, ¿sabes lo que estás haciendo?!

Apenas abrió la puerta y entró, notó que todo estaba a oscuras. Encendió la luz, pero todo seguía oscuro.

—¿Un apagón?

Encendió la linterna de su móvil y alumbró el camino frente a ella.

De repente, la puerta detrás de ella, que acababa de cerrar, se abrió de golpe.

En la oscuridad, Anita se asustó. —¡¿Quién anda ahí?!

Al escuchar su grito, Alejandro miró hacia Anita, que sostenía el móvil. La luz de su teléfono iluminaba su rostro, haciéndolo parecer pálido y siniestro. Junto con su grito, la escena tenía un aire inquietante.

—Soy yo, ¿por qué no enciendes la luz? —preguntó Alejandro.

—Parece que hubo un apagón. —respondió Anita, sintiendo que su corazón se calmaba un poco al escuchar la voz familiar de Alejandro.

Anita miró a Alejandro, que estaba frente a ella.