Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 801

Bueno, una pastilla para bajar la fiebre ciertamente no matará a nadie.

Además, los síntomas de Alejandro son similares a los de un resfriado.

Tiene los ojos rojos y la voz nasal.

Alejandro, al observar que Ana siempre está de buen humor y que su relación es más distante que cuando se conocieron, siente como si alguien le hubiera bloqueado el pecho con algo, algo opresivo e incómodo.

Al notar que Alejandro la observa constantemente, Ana no puede seguir fingiendo no darse cuenta y, resignada, le pregunta: —¿Presidente García, todavía se siente mal en alguna parte?

—No, eso es todo.

—Deberías dormir. —Ana mira la hora; ya son las nueve de la noche.

Alejandro la mira profundamente y, de repente, la tira hacia la cama.

Ana se asusta: —¿Qué estás haciendo?

—Tranquila, no te haré nada. —Alejandro se acurruca en el cuello de Ana; el calor y el aroma familiar lo calman un poco.

Poco a poco, lo invade la fatiga y el sueño.

Ana está perpleja ante sus palabras.

Casi en unos pocos segundos, el sonido de su respiración tranquila llega a mis oídos.

¿Se ha dormido?

Ella huele completamente a zarzuela de mariscos, y a él ni siquiera parece disgustarle.

Intenta moverse, pero él la sostiene muy fuerte.

Bien, supone que también podría dormirse con el aroma de la zarzuela de mariscos.

Pero Alejandro es como una estufa; su cuerpo está muy caliente.

Ella cierra los ojos y duerme un rato, pero no duerme profundamente.

No se ha quitado la ropa y ha sudado un poco. Poco después, se despierta.

Mira la hora; son más de las diez, ha dormido aproximadamente una hora.

Alejandro duerme profundamente, ella extiende la mano para tocar su frente, la temperatura ha bajado, antes estaba muy caliente cuando estaba pegado a su cuello, ahora está cerca de la temperatura normal.

Incluso su respiración es más estable y suave que antes.

Ella se mueve suavemente.

De repente, Alejandro abre los ojos.

No hay luz en la habitación y las cortinas bloquean bien la luz, dejando la habitación en una oscuridad tenue. Los ojos de Alejandro son oscuros y profundos.

No parece que acabara de despertar, más bien como si hubiera estado despierto desde antes.

Ana se siente un poco desconcertada bajo su mirada. —¿Cómo te sientes ahora? —Pregunta.

—No hay problema. —Responde Alejandro, también se sienta.

Ana se tranquiliza: —Está bien, pediré que el hotel nos envíe el desayuno, come algo y veamos si hay otros síntomas.

—Está bien.

Ana no dice más y va directamente al baño.

Cuando sale, el hotel ya había entregado el desayuno.

Era un desayuno abundante con una variedad de opciones que realmente abrían el apetito.

Primero va a la cama a revisar su teléfono, había varias llamadas perdidas, Pablo había llamado siete u ocho veces, todas hace veinte minutos, también había llamadas de Ignacio.

Devuelve la llamada a Pablo primero.