Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 833

Ya habíamos previsto esta situación de rechazo; no es sorprendente.

Los objetos malignos siempre han podido confundir a las personas.

No obstante, la interferencia de Kenia suscita interrogantes.

—¿El amuleto de jade que llevas, te lo regalaron o lo compraste en una subasta? —Preguntó Alejandro.

Narciso suspiró aliviado, agradecido de que Alejandro no insistiera en que lo sacara: —Oh, lo compré en el extranjero, solo costó 110 mil dólares, bastante barato.

—Si has movilizado a tantas personas para que te ayuden a buscarlo, definitivamente no es un amuleto común. Sácalo. —Alejandro cambió de tono y volvió a pedir el amuleto.

Su actitud era firme, casi opresiva.

Incluso Kenia no pudo evitar tomar aire frío.

Narciso frunció el ceño: —Ya dije que es solo una baratija, ¿por qué insistes en verlo?

Mientras hablaba, aun así lo sacó.

Probablemente nadie lo creería, pero realmente le teme a Alejandro.

Un padre temiendo a su hijo lo ha humillado más de una vez en público.

Pero conoce los métodos de Alejandro a lo largo de los años, ¿cómo si no, él habría huido al extranjero durante varios años?

Alejandro tomó el amuleto de jade, lo comparó con una foto de Ana y luego la miró.

Ana asintió.

Una vez confirmado, Alejandro levantó la vista: —Sé lo que has estado haciendo en el extranjero estos años, y podría estar relacionado con este amuleto de jade. ¿Sabías que recientemente han aparecido muchos objetos malignos en Ciudad A?

Al escuchar la palabra "objetos malignos", Narciso se sobresaltó, y luego, temiendo que alguien notara algo, evitó el contacto visual con Alejandro y dijo: —He oído a la familia de Hugo hablar de estos objetos malignos, pero este amuleto de jade no es uno de ellos. He llevado este amuleto durante años. No creas esas historias de que los objetos malignos pueden matar a alguien, ¿no prueba mi buena salud que eso es falso?

Kenia también parecía bastante ansiosa: —Sí, yo también tengo algunos objetos bonitos, ustedes dos pueden escoger uno.

Alejandro ignoró completamente lo que decían.

Mientras subían las escaleras, se inclinó hacia Ana y susurró en su oído: —Si algo no está bien, dime inmediatamente, déjame encargarme de lo demás, tú no te preocupes por ellos.

Ana miró atrás hacia Narciso y su esposa.

El color de ansiedad en sus rostros era muy evidente.

De repente sintió que la situación de Alejandro no iba a ser fácil en el futuro.

Con un padre como Narciso, que no tenía claro nada, era como una bomba de tiempo.

Por alguna razón, Ana sentía como si un peso de piedra presionara su pecho, un ominoso presentimiento surgía en su corazón.