Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 869

Pero en ese momento, su mente estaba completamente ocupada por Haila, y sentía una ansiedad constante, así que no le dijo nada a Alejandro.

El trayecto fue silencioso.

Aprovechó para revisar el Instagram de Haila. Después de regresar a la escuela, había hecho algunos amigos, y solían ir a la biblioteca después de clases, además de salir a divertirse juntos.

Hace unas horas, probablemente justo después de la escuela, Haila había publicado en Instagram que fue a jugar bádminton con sus compañeros.

Al ver la cara sonriente de Haila en Instagram, Ana frunció el ceño.

Alejandro bajó la ventana del coche.

La brisa nocturna era fresca.

Eso lo despejó un poco.

Pronto llegaron al Hospital del Sol.

Ana caminó rápidamente hacia el piso donde estaba la habitación de Haila.

Justo cuando iba a acercarse, vio a dos policías salir de la habitación.

Uno de los policías le dijo a Ignacio: —Los responsables de agredir a tu hermana ya han sido detenidos, y se han recogido las pruebas. Vamos a asegurarnos de que tú y tu hermana reciban justicia.

Ignacio, con la espalda hacia ella, respondió: —Esos chicos ya tienen más de dieciséis años. Exijo una pena severa.

—Entendido.

Los dos policías comprendían bien el dolor de los familiares de las víctimas.

Cualquiera que tuviera a un ser querido en una situación como esa exigiría una severa condena.

¿Qué les está pasando a estos jóvenes?

Con tan poca edad, ya se atreven a cometer crímenes.

Pobre de esa chica.

Después de que los policías se marcharon, Ana y Alejandro se miraron, y ella se acercó rápidamente: —¿Cómo está Haila?

—Ella no quiere que me acerque. Varios de sus compañeros la agredieron, además de a otra chica. Anita, ayúdame, es la única hermana que tengo. —Ignacio tenía la voz ronca, los ojos rojos, y las venas de los ojos claramente visibles.

Violación...

Después de que Ignacio se fuera, Ana tocó suavemente la puerta.

—Haila, soy yo.

No se escuchaba nada dentro de la habitación, ni respuesta de Haila.

Ana tocó nuevamente y habló en voz baja: —Haila, ¿puedo entrar a hacerte compañía?

—Ana...

Desde dentro de la habitación, se oyó el llanto de Haila.

Ana abrió la puerta de inmediato.

Al ver que Haila no estaba en la cama, sino sentada en el suelo, en una esquina, el corazón de Ana dio un vuelco.

En su mente, Haila siempre había sido una joven radiante, que no temía nada.

Pero la Haila frente a ella, con el rostro lleno de lágrimas, tenía heridas en la cara y en las manos.

Es fácil imaginar qué tipo de daño tan terrible le hicieron esas personas.