Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 890

Sofía frunció el ceño y, apretando los labios, dijo: —Si no dices nada, encontraré una manera de que Salvador nunca se entere. Sé que no quieres que me case con un hombre de buena posición, pero ya estás casada con Alejandro, la señora Marta te quiere mucho, ya lo tienes todo. ¿No podrías ayudarme?

Como era de esperar, Ana resultó ser especialmente astuta.

Además, en su corazón había una oscuridad que no soportaba ver a los demás tener más éxito que ella.

Ana dejó de sonreír y respondió con frialdad: —No tengo ninguna obligación de ayudarte.

—¡Tú! ¿Entonces lo que quieres es hablar mal de mí frente a Salvador, verdad? —Sofía se encolerizó mucho. Ella ya le había rogado de manera tan humillante, ¡y Ana seguía siendo tan implacable!

Era realmente una persona sin moral.

No podía creer que Alejandro siguiera queriendo a Ana.

Ahora Patricia estaba mirando ferozmente desde un costado, y tal vez pronto Alejandro pediría el divorcio.

Ana, algo cansada de la conversación, dijo: —Haz lo que quieras pensar.

—Ana, ¿realmente tienes que hablar mal de los demás a sus espaldas? ¡¿Quién no tiene secretos?! —Sofía apretó los dientes, deseando poder gritarle a Ana todas las cosas malas que pensaba de ella.

Ana ya no quería escuchar más de las palabras hipócritas de Sofía. Probablemente, en la mente de Sofía, todos deberían preocuparse por ella y estar en deuda con ella.

No valía la pena seguir interactuando con alguien así.

Se levantó y se dirigió al baño.

Al ver que Ana se iba sin decir más, Sofía se llenó de furia y frustración. ¡Sabía que Ana no era de fiar!

Acababa de empezar a salir con Salvador, y ya estaba pensando en romper su compromiso y presentarla a su familia. No podía dejar que Salvador se enterara de lo que había pasado, porque ahora Salvador era su única esperanza.

Unos minutos después, vio que Alejandro también se dirigía al baño.

Salvador se acercó a ella, dijo un par de palabras y luego se fue a hablar con sus dos amigos de la universidad.

Sofía apretó los labios, decidió ir al baño de hombres.

Los baños de hombres y mujeres estaban separados, uno a la izquierda, dentro del vestuario de mujeres, y el otro a la derecha, en el vestuario de hombres.

Esperó unos minutos frente a la puerta.

Al ver salir a Alejandro, Sofía corrió rápidamente hacia él, con lágrimas en los ojos, y lo detuvo.

Al ver la frialdad en su expresión, frunció el ceño y comenzó a examinar a Sofía con atención.

Sofía, nerviosa, apretó los puños: —Me equivoqué de camino, pensé que esta era la entrada al vestuario de mujeres, pero, por suerte, vi a Alejandro.

Al escuchar la explicación de Sofía, Salvador respiró aliviado: —¡Qué despistada eres!

—Voy al baño. —Sofía bajó la cabeza y salió corriendo.

Para Salvador, verla correr con la cabeza baja solo parecía que se sentía avergonzada.

Salvador sonrió, sacudió la cabeza y luego le dijo a Alejandro: —Se me olvidó decirte, pero ahora estoy con Sofía. Me di cuenta de que todavía me gusta.

Alejandro lo miró con una expresión algo indiferente.

Aunque en general Alejandro solía ser así de distante, Salvador no percibió nada extraño en su actitud.

Alejandro sacó un cigarro, lo encendió y, después de fumar un par de bocanadas, dijo: —¿Y Lourdes?

—Con Lourdes nunca hubo mucho sentimiento. Fue algo práctico, ambos sacamos lo que queríamos. Ella no es de las que se enganchan, así que todo terminará de manera tranquila. En estos días no está en la ciudad A, cuando regrese, le hablaré. Por cierto, vi que cuando te encontraste con Sofía, parecías un poco distante. ¿Acaso hizo algo que te molestó? —Salvador, en el fondo, no quería que Sofía se acercara demasiado a Alejandro.