Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 928

Dado que Eduardo hizo esa pregunta, era evidente que sabía algo.

Entonces, Alejandro también debía saber algo.

La alegría que sentía cuando llegó al lugar, ahora se transformaba en un pánico total.

—Yo... yo...

Alejandro levantó la vista hacia ella.

Sofía, aterrada, tenía los ojos rojos: —Yo... lo siento, Alejandro. Fue Narciso quien me dijo que este bolígrafo podría reparar la relación entre padre e hijo entre ustedes. Por eso lo llevé a la oficina de Alejandro. Narciso siempre ha querido reconciliarse contigo, y me convenció. Además, pensé que solo era un bolígrafo, no imaginé que Alejandro lo rechazaría.

—Si fuera otra persona quien te hubiera traído este bolígrafo, según tus palabras, podría ser comprensible. Pero sabes muy bien los conflictos entre el Presidente Alejandro y Narciso. En este contexto, si aun así fuiste a buscar a Narciso, significa que, Sofía, tu intención no es pura. — Eduardo, sin compasión, destapó la verdad.

Sofía se puso pálida: —No es así, no lo pensé de esa manera, realmente no lo pensé así. Alejandro, ¿me crees, por favor?

—Llévensela. —La voz de Alejandro estaba fría y cortante.

Con esa simple frase, Sofía entendió y se llenó de desesperación.

A partir de ahora, en Ciudad A, nunca más podría contar con Alejandro, y él seguramente nunca la volvería a ver.

Si se llegaba a descubrir lo de ella y Narciso, y Alejandro se alejaba de ella, entonces ese bolígrafo sería lo que había convertido su relación con Alejandro en odio.

Todo lo que había imaginado mientras venía en el camino, ahora se desmoronaba en nada.

—Alejandro, realmente sé que me equivoqué, esta vez lo recordaré, prometo que no volveré a cometer el mismo error. ¿Por favor, perdóname, Alejandro? —Sofía suplicó entre lágrimas.

Pero Alejandro ya no mostró ninguna emoción.

Eduardo, con el rostro impasible, dijo: —Por favor, márchese, Señorita Sofía.

Sofía no tuvo más opción que irse, impotente.

Cuando entró al ascensor, Eduardo dijo: —Deberías agradecer que ese bolígrafo no haya surtido efecto, porque de ser así, tu vida no alcanzaría para pagar las consecuencias.

—Yo... yo también soy una víctima, Eduardo. Ustedes son injustos conmigo. —Sofía lloraba mientras se defendía.

¿Por qué no le creían?

¿De qué serviría que la perdonaran esta vez?

Pero Eduardo no volvió a hablar con ella, parecía haber ignorado completamente sus palabras.

Finalmente, Sofía, llena de impotencia, tuvo que irse.