Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 523

Por la tarde, cuando Doria vio que era casi hora de que su amado llegara, ésta salió de su oficina y se preparó para ir al aeropuerto.

Acababa de bajar las escaleras cuando vio a aquel hombre apoyado en su Rolls-Royce, no muy lejos de allí, con una postura despreocupada y con sus ojos oscuros mirando en dirección a ella.

Doria se congeló por un momento, y cuando apenas pudo reaccionar, inconscientemente corrió hacia él, saltando a sus brazos y rodeando su cintura con fuerza.

Aunque todo el mundo le había dicho desde la noche anterior que Édgar estaba a salvo, la inquietud y el miedo no podían disiparse y permanecieron ocultos en su corazón .

Pero justo en el momento cuando él se puso delante de ella, la abrazó y está pudo sentir el calor de su cuerpo, que sintió dentro de su ser un palabra que calmó su inquieto corazón. «Todo es real».

Édgar la rodeó con sus brazos, y con voz grave y entrecortada por la alegría, dijo:

—¿Me echaste tanto de menos?

Entonces, Doria lo abrazó un poco más fuerte, y con la voz también entrecortada, contestó:

—Tonto, casi no puedo volver a verte.

Édgar le dio unas suaves palmaditas en la espalda y le dijo de forma reconfortante:

—Mientras quieras verme, siempre apareceré cuando lo desees.

La voz de Doria estaba a punto de quebrarse en llanto:

—Al inicio... yo... quería ir... a recogerte...

—Llegué temprano. Sabiendo que estabas ansiosa por verme, vine a buscarte.

Doria no replicó, tenía muchas ganas de verlo y quería hacerlo en cuanto bajara del avión.

Édgar se frotó la cabeza:

—Como he tardado mucho tiempo en volver, ¿serías tan amable de salir temprano del trabajo esta noche?

—Está bien. —Doria asintió.

Con Eliseo vigilando el Grupo Collazo y ella no tenía ganas de hacer nada por el momento, era una pérdida de tiempo quedarse más tiempo allí.

Entonces, Édgar se fue a abrir la puerta lateral del coche e inclinó la cabeza hacia ella:

—Entra.

En el camino de vuelta, Doria se apoyó en el hombro de Édgar, haciendo que sus tensos nervios se relajaran por completo, por lo que no tardó en dormirse.

Édgar la rodeó con sus brazos con un suspiro inaudible de alivio.

«Si te hubiera ocurrido algo mientras estaba fuera, realmente no podría vivir sin ti».

Doria tuvo un sueño muy profundo y, cuando se despertó, ya estaba en su habitación y la noche ya había cubierto el exterior.

Mientras que Édgar estaba echado a su lado, durmiendo tranquilamente.

Doria lo miró en silencio durante un rato, luego se acercó y le besó en sus finos labios, para luego levantarse suavemente de la cama.

Cuando ella entró en la cocina, abrió la nevera y vio que no quedaban más ingredientes. Todo se debía a que en los últimos días, como Édgar estaba fuera, se le hacía más fácil pedir comida que ir al supermercado.

Doria miró la hora. En la mañana, Ismael dijo que vendría por la tarde, y ya debería ser casi la hora en que llegara.

Tampoco tenía ganas de salir, así que se sentó en el sofá y pidió comida por teléfono.

Después de unos diez minutos, sonó el timbre de la puerta. Era Ismael quien acababa de llegar.

Doria abrió la puerta y vio que Ismael tenía la ropa un poco mojada y preguntó:

—¿Está lloviendo fuera?

Ismael dijo:

—Sí, Un poco.

—Apúrate, entra. —dijo Doria, entrando en el cuarto de baño para sacar una toalla.

Ismael recibió la toalla y miró alrededor del lugar:

—¿Aún no ha vuelto Édgar?

Doria dijo:

—Ahora, él está durmiendo.

Ismael guardó silencio por un momento antes de volver a hablar:

—Lo que pasó anoche...

—Bueno... no es nada.

Doria sabía que si no se lo dejaba claro a Ismael, éste seguiría preocupado. Entonces, decidió contarle toda la historia.

El ceño de Ismael se fruncía mientras escuchaba.

Después de un rato, Doria fue a servirle un poco de agua:

—Bueno, todo ya ha quedado atrás y afortunadamente estoy bien, no tienes de qué preocuparte.

Ismael preguntó:

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