Mis Tres Tesoros Más Preciados romance Capítulo 51

Eliza soñó con el incendio de hace cinco años. Vio a Beau escapando con ambos niños en brazos, tenía el pantalón en llamas, estaba cubierto de hollín y jadeando, pero no paró hasta dejar a sus hijos a salvo con una paramédico. Después de comprobar que estaban bien, finalmente, se desmayó. Ella comenzó a gritar su nombre para despertarlo, pero parecía que no la escuchaba.

—¡Beau! ¡Beau!

En eso, se despertó sobresaltada.

—¿Tuviste una pesadilla? —sonó una voz profunda.

Eliza abrió los ojos y se tomó un momento para recordar donde estaba. Después de unos minutos recordó que se había encontrado con un Beau herido y lo había curado en su cuarto junto con Noah. No sabía en qué momento se había quedado dormida cuando se sentó a su costado. Levantó los ojos y se encontró con la penetrante mirada de Beau que estaba apoyado contra la cabecera. Su hombro izquierdo seguía vendado, pero estaba revisando unos documentos con su mano derecha. Eliza frunció el ceño.

«¿Cómo está trabajando con esa herida? ¿Es un adicto al trabajo? ¡Debería cuidar mejor su salud!», pensó con enojo. Se pusó de pie y le arrebató los papeles.

—Necesitas descansar —le reprendió.

—Es solo una pequeña herida —le respondió el hombre sonriendo levemente—. Hay mucha gente que depende de mí. Si no trabajo, mucha gente podría perder su trabajo.

Eliza frunció los labios.

—¡Aún así, no puedes estar trabajando tan temprano en la mañana!

Revisó la hora y se dio cuenta de que eran más de las seis de la mañana.

—Iré a comprar el desayuno —anunció y volteó a verlo—. Te aplicaré un bálsamo después del desayuno. No puedes trabajar hasta que te lo ponga, ¡descansa!

Beau no tuvo más remedio que dejar escapar un suspiro. Era la primera vez que alguien le daba órdenes.

—Realmente no es la gran cosa —dijo.

Como heredero de los Valentine, desde muy joven había tenido que aprender a soportar la hostilidad tanto externa como interna. Toda su vida, había recibido varios ataques e intentos de asesinato y se había visto forzado a acostumbrarse a ellos.

—No importa, necesitas descansar —dijo Eliza, con papeles en mano, dándose la vuelta para salir—. Me los llevo.

La puerta se cerró con un fuerte golpe. Noah comenzó a sudar frío porque no había pensado que Beau le dejaría llevarse algo tan importante.

—Señor, ¿debería ir a buscarla y pedirle los documentos de vuelta?

—No es necesario. Si ella quiere hacer esto, déjala —dijo, mientras cerraba los ojos.

Noah estaba estupefacto y trató de recordarle lo que se había llevado.

—Señor, son documentos muy sensibles, son los estados financieros del parque acuático…

Que Eliza se los llevara al desayuno como si fueran una simple servilleta parecía una burla a la confidencialidad del trato.

—Piensa, Noah —soltó Beau con frialdad—. ¿Crees que realmente se darán cuenta de la importancia del documento cuando Eliza lo lleva tan despreocupada?

Noah una vez más se quedó sin palabras.

Después de que Eliza compró el desayuno, puso el informe dentro de la bolsa de los bollos. Una vez dentro del hotel, se encontró con la niña que había conocido ayer. Esta vez tenía puesto un bonito vestido rosa y tenía el pelo trenzado. Por su apariencia, la niña debía ser de una familia rica. Ella y su niñera estaban saliendo del hotel, cuando posó sus ojos sobre Eliza, se soltó y corrió para encontrarla.

—¡Señorita! ¿También se está quedando en este hotel? ¡Qué coincidencia!

Eliza sonrió y asintió.

—El destino nos ha vuelto a unir parece.

—Mi nombre es Liliana Bentón. ¿Cómo se llamas, señorita?

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