—¿Qué es?
Rosaría estaba un poco desconcertada.
El médico vaciló y susurró:
—Un medicamento que he desarrollado para aumentar la fuerza humana. Las fuerzas de quien se lo tome son mucho más duraderas que las de una persona normal. Pero este medicamento no está terminado del todo y tiene algunos efecto secundario que aún no he resuelto. Sé que tus fuerzas se están agotando en este momento y es imposible que salgas de aquí, pero si tomas esta medicina, puedes asegurarte de tener suficiente tiempo para salir de aquí.
Rosaría frunció ligeramente el ceño.
—¿Por qué llevas esta medicina encima?
—Estoy haciendo una investigación. Tampoco te voy a mentir, hay un calabozo en esta villa y algunos de los que están en él están para probar mis medicamentos, por eso la llevo encima.
Rosaría se enfadó un poco.
—¿Pruebas tu medicina en un ser humano?
No pudo evitar pensar en Anabel.
«¡Este médico es tan odioso como Anabel!».
Al ver que Rosaría se enfadaba, el médico se apresuró a decir:
—No fue mi idea, fue la de Diego, que dijo que todos los que estaban aquí son presos, de esos cuyos pecados son imperdonables, así que...
—¿Los presos no son seres humanos? ¿Qué derecho tienes a tratar así la vida de otras personas? ¿Cuáles son los efectos secundarios de este medicamento?
—En realidad no lo sé, acabo de producirlo e iba a venir a probarlo con la gente. Pero supongo que los efectos secundarios de todos los medicamentos que retrasan el agotamiento de las fuerzas son debilitar a la persona que se lo haya tomado.
Al escuchar al médico decir esto, el ceño de Rosaría se frunció.
—¿A eso llamas una manera de salir de aquí? Estás planeando usarme como tu rata de laboratorio, ¿no es así? ¡Cómo te atreves!
Ante las palabras de Rosaría, el médico casi cayó de rodillas asustado.
—Señora Rosaría, no quiero decir eso, pero no hay otra forma de sacarla de aquí. En su estado, aunque salga de la villa, caerá desmayada a mitad del camino y entonces quién sabe qué pasará.
—Si uso esta medicina, ¿podré llegar a la Ciudad A?
Eso era todo lo que Rosaría quería saber ahora porque allí era donde Mateo había perdido el rastro y donde Víctor había tenido su accidente.
El médico calculó la distancia y susurró:
—Creo que sí, pero probablemente estará débil cuando llegue.
—¿Cuántas botellas de esta medicina tienes?
—Señora Rosaría, ¡no haga tonterías! Ya es bastante peligroso sobrepasar tu fuerza una vez, no puede hacerlo más de una vez. Si le pasa algo, no podré explicárselo a Diego. Y el señor Joaquín también me matará.
El médico escuchó a Rosaría preguntar esto y no pudo evitar preocuparse un poco.
—¿Señor Joaquín? ¿Trabajas para el señor Joaquín?
—Aquí todo el mundo trabaja para el señor Joaquín. El señor Joaquín se enteró de que la señora Rosaría estaba siendo controlada por Rolando y le pidió a Diego que la buscara. No sé por qué Diego la trajo aquí, supongo que fue el señor Joaquín quien quiso mantenerla a salvo aquí.
Las palabras del médico hicieron que Rosaría hiciera una pequeña mueca.
—¿Mantenerme a salvo aquí? ¡Pues menuda forma de traerme!
Al oír el sarcasmo de Rosaría, el médico no supo qué responder.
Rosaría tampoco esperaba sacarle mucha información útil.
Se volvió hacia el médico y le dijo:
—Dime cómo es el mapa y las defensas de este lugar y prometo no hacerte daño, pero si no cooperas, no me culpes por ser bruta.
—Vale, vale, se lo dibujo.
El médico se mostró muy cooperativo y le dibujó a Rosaría el mapa, y esta hasta consiguió el medicamento de su parte.
—Lo siento, pero es para no involucrarte.
En cuanto las palabras salieron de su boca, la mano de Rosaría fue directa a noquear al médico.
Mirando el pequeño frasco que tenía en la mano, Rosaría dudó un poco.
Las consecuencias del sobreesfuerzo eran probablemente mucho más de lo que el médico había dicho, pero el médico también decía la verdad; con su fuerza actual, sería difícil salir de aquí, así que mucho menos llegar a la Ciudad A.
Ahora realmente se odiaba a sí misma por estar en este estado de salud. No quería ser una inútil, pero Mateo y Víctor más la necesitaban actualmente.
Rosaría miró el frasquito y pensó en Mateo, en Víctor, como si pudiera imaginar el corazón de Mateo dolido por ella.
«Ese hombre siempre la pondría en primer lugar».
Una suave sonrisa esbozó Rosaría al pensar en el mes de cuidados que había recibido tras su aborto.
Le bastaba con tener un amigo así en esta vida.
Ahora que su amigo y su marido estaban en problemas en la Ciudad A, tenía que rescatarlos a toda costa.
Con una leve sonrisa, Rosaría destapó con decisión la tapa y se echó la poción directamente a la boca.
La poción no tenía ningún sabor, era como agua, pero sintió que su cuerpo se calentaba un poco, como si una ola de energía se reuniera en él y luego empezara a arder lentamente.
Rosaría se sentía con muchas fuerzas y era como si volviera a ser la misma de cuando no estaba enferma.
Mirando al médico, Rosaría recordó lo que había dicho y tomó todas las pociones que le quedaban al médico.
El mapa que le había dado el médico tenía anotaciones claras.
Rosaría descubrió que había algunos respiraderos marcados.
Si pudiera derrotar a los guardaespaldas que estaban delante del respiradero, podría salir por él.
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