No más palabras romance Capítulo 115

Por favor, no quiero sentirme más así.

Limpio mi rostro con mi toalla y le hago señas a Sabrina, que se encuentra haciendo sentadillas, para que sepa que estoy fuera. Quiero irme a mi casa

y acurrucarme, pero sé que no puedo dormirme, necesito encontrar solución a mis problemas, no huir de ellos.

Camino hasta los vestidores y desbloqueo mi casillero, saco mi celular y noto con sorpresa las múltiples llamadas perdidas de Edgar. De inmediato le devuelvo la llamada, porque no es que ahora que lo estamos intentando nos llamemos de manera tan insistente. Algo tiene que estar sucediendo.

—Elisabeth—jadea— ¿Dónde mierda estás metida?

Casi esperé y rogué nunca más tener que escucharlo hablarme así, es un poco decepcionante e hiriente.

—Tengo una vida que...

—Elise ha escapado.

— ¡¿Qué?!

—Escapo en la medianoche y no está en ningún lugar cercano de la institución. Las autoridades están buscándola y... ¡Mierda! ella está desaparecida, Elisabeth. No la encuentran.

—Oh, Dios mío—mis manos tiemblan—. Voy ya mismo para la institución, no pueden solo perderla de vista y...

Saco mi bolso y tomo una camisa para cubrir mi top corto, ni siquiera pienso en mi piel incomoda por el sudor. Mis manos tiemblan y mi mente trabaja rápidamente por imploraciones de que mi hermana menor esté bien y la encontremos a salvo. Escribo rápidamente un mensaje a Sabrina para que lo lea en cuanto venga a ducharse y cambiarse. Salgo de prisa y ni siquiera

pienso en los límites de velocidad cuando conduzco a toda prisa para llegar a encontrarme con Edgar.

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Edgar a está a instantes de quebrarse a llorar. Han pasado poco más de veinticuatro horas y no sabemos nada de Elise. Solo un vídeo de la institución que muestra cómo escapó. Estoy terriblemente asustada y preocupada, solo que finjo muy bien mientras Edgar va perdiéndose cada hora que pasa en la que no sabemos nada.

Lo observo mientras llamo a la casa de papá y afortunadamente, o quizá no, él responde.

—Hola, papá.

—Mi Eli.

— ¿Cómo estás?

—Yo bien ¿Qué tal tú? ¿Sigues llorando por las calles estorbando y fastidiando a los demás?

—No, solo lloro cuando me baño.

—Eso no es gracioso, no quiero que sufras.

—Estoy bien, papá.

Supongo que él detecta algo extraño en mi voz porque no tarda mucho en preguntar qué sucede y odio tener que preguntarme qué debo hacer: decirle o no.

—Tenemos un inconveniente con Elise.

Cap. 115: La encontraremos 1

Cap. 115: La encontraremos 2

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