— ¿Ella cree que está caminando sobre oro? —me pregunta Sabrina mientras ambas observamos a Jenny Fletcher, no parecer muy a gusto, sentada en donde es mi sección mientras su agente parece estar diciéndole algo.
—No estoy segura. Es preciosa y ardiente, pero no muy amable—aseguro bebiendo de mi café.
—Entonces es una artista inservible, de nada te sirve la belleza y fama si no tienes ni una pizca de amabilidad en tu ser.
— ¿Qué cosa? —Rayan aparece frente a nosotras mientras abotona su camisa, me sonríe y luego a Sabrina.
— ¿Te he dicho ya que estás más caliente y atractivo, Ryry? Creo que ser padre a tiempo completo hace cosas buenas por ti.
—Gracias, Elisabetb, no sabes lo feliz que me hace escuchar eso.
—Caramelito ardiente efectivamente pintó su cabello de rubio— Sabrina ríe, sigo su mirada y Dexter muy rubio conversa con Peter mientras gesticula mucho con sus manos.
—Sabrina—llama Rayan buscando su mirada.
— ¿Si?
— ¿Cómo es que incluso Peter quien fue el último en llegar consigue ser un caramelo y yo siempre he sido Rayan?
El entrecejo de Rayan está fruncido, yo bebo de mi café silenciosamente y Sabrina vuelve a ver hacia Dexter. Hay un incómodo silencio.
» ¿Y bien?
—Tú no me llamas Barbie.
—No.
—Ni Sabri.
— ¿Cuál es el punto?
— ¿Por qué tampoco tengo yo un apodo?
—Porque no necesitas uno, no le pongo apodos a las personas. Tú a todos les tienes, nunca a mí.
—Uhm...
— ¿Sabrina? —estira su mano y toma la suya, las mejillas de Sabrina se sonrojan mientras observa su agarre.
—Un día te diré.
— ¿Promesa? —Rayan sonríe.
—Ajá, promesa.
Sabrina está tan embobada que discretamente golpeo su costado para que reaccione, ella recupera su mano y usa alguna excusa sobre hablar con Ágatha antes de irse a paso apresurado.
— ¿Qué sucede con ella? Pensé que habíamos arreglado nuestro problema.
—Solo está un poco agitada hoy—debería avergonzarme la facilidad que parezco tener para mentir—. Oye, Rayan.
— ¿Qué?
— ¿Qué pasó cuando estuvieron encerrados?
Los ojos de Rayan se abren durante cortos segundos antes de volver a tener la misma expresión relajada, pero yo noté su reacción anterior.
— ¿Ella te dijo algo?
— ¿Qué pasó?
—No seas tan curiosa, Elisabeth, ni tan paranoica. No nos matamos o golpeamos.
— ¿Y?
—Hicimos las paces, lo que todos querían. Todo bien.
—Eso no responde mi pregunta.
— ¿Cuál es que era tu pregunta?
—Era...
—Oh, mira, Joseph me está llamando, espera un momento.
Sé que no va a volver y resoplo, termino mi café y mi celular vibra. Me sorprendo al ver el número de Cristian porque hasta hace unas pocas horas estábamos hablando por WhatsApp.
— ¿Cristian?
—Estoy en unos jodidos problemas.
— ¿Qué sucede?
—No vayas a internet, pero hay una serie de fotos de mí...
—Siempre hay fotos en internet de ti.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras