Novia del Señor Millonario romance Capítulo 24

Resumo de Capítulo 24: Novia del Señor Millonario

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Había mentido para calmar a mi madre, pero nunca había esperado que quisiera conocerlo. Herbert nunca aceptaría venir a mi casa. ¿Debería seguir mintiendo?

—Ah, es que, mamá, mañana se tiene que ir en un viaje de negocios y me ha dicho que no volverá pronto. Se irá por al menos quince días.

—¿Viaja tanto? ¿Cómo vas a tener un esposo así?

—Ellos tienen que cumplir ciertas métricas en el trabajo. Él tiene que ganar dinero para poder mantenernos. No puede negarse a los viajes.

Aunque mi voz sonaba calmada, por dentro estaba entrando en pánico. Sentía que si seguía mintiendo, se daría cuenta de todo.

—Entiendo, entonces podemos conocernos cuando vuelva —dijo mi mamá mientras se iba a su dormitorio con el certificado en mano. No respiré en paz hasta que cerró la puerta detrás de sí.

—Dios, finalmente me deshice de mi madre por el momento —susurré.

Por el momento, así estaba bien, dejaría los otros problemas para el futuro. Entré a mi habitación y cerré la puerta.

—Felicitaciones, hermana. ¡Has pasado la prueba! —me dijo Betty con una brillante sonrisa mientras hacía su tarea de la escuela.

—¿Quién vino hoy día? ¿Cómo se enteró mamá de que estaba embarazada?

—Ryan llamó a mamá. No sé que le dijo, pero la hizo llorar —me confesó Betty en voz baja. En realidad, Ryan era nuestro padre, pero para nosotras estaba muerto.

—Emma debió haberle dicho a Ryan.

—Oh, Emma realmente le guarda rencor a nuestra familia —bufó mi hermana.

—Realmente nos odia —concordé con ella mientras apretaba los puños y me prometía que les daría su merecido a Emma y Connie.

De camino al trabajo al día siguiente, gasté un dineral para comprarme un anillo barato y unos cuantos dulces. Llegué a la oficina con la caja de recuerdos y comencé a repartirlos.

—Señorita Stepanek, ¿cuál es la ocasión? —me preguntó uno de los empleados con una sonrisa.

—Quería anunciarles de mi casamiento. Todo lo estamos haciendo rápido, así que prefiero distribuirles los recuerdos ahora y después tener la ceremonia —le dije, sonriendo.

Este era el plan que había decidido anoche. Todos en la compañía ya sabían sobre mi embarazo, así que tenía que actuar lo más rápido posible para que no me botaran. Además, no estaba mintiendo. Realmente me había casado.

—¡Bella, tu anillo está hermoso! —dijeron las mujeres, emocionadas, al ver mi mano.

—Oh, lo compramos ayer en la tarde. Como estábamos apurados, realmente elegí cualquiera —dije con una sonrisa falsa, tratando de mantener a flote mi red de mentiras. No podía dejar que la opinión pública arruinara mi vida.

—Pero esto anillo es de diamantes, debió costarte una fortuna, ¿no?

—Es un simple anillo de diez millones. ¡Nada comparado con tu anillo! El diamante en tu mano es muchas veces más grande —le contradije mientras escondía mi mano porque no quería que lo examinara de cerca. Al escucharla, la otra mujer desistió y volvió a su asiento.

Las cosas en esta oficina eran así. No importaba tu género, todos pensaban de la misma forma. Si eras mejor que los demás, eras feliz. Si eras peor que los demás, envidiabas a los demás.

—Bella, ¿qué hace tu esposo? —preguntó una de las mujeres.

En esta época, las mujeres teníamos muchas más independencia al elegir nuestros futuros y a nuestros maridos. Sin embargo, era imposible no compararse en este aspecto.

—Es un simple oficinista.

—¿Crees que Herbert es un tonto? ¿No leíste el contrato? Pensó en todo —le dijo con amargura.

—Bueno, pero al menos tu hijo y tú tendrán una vida cómoda. Incluso si te divorcias de él, tendrás una casa y dinero. Oye, ¿dime por qué yo no puedo conseguir algo así? Dios, y no es que Herbert sea feo, eh.

No le respondí, pero logró alegrarme un poco. Si bien las cosas habían terminado así, tenía que convencerme de que todo saldría bien.

—Mi disque esposo no me ha contactado por casi una semana. Cuando se despidió, solamente habló por hablar. No pensé que realmente lo haría.

Quería reírme ante mi inocencia. En la tarde, recibí una llamada de Hank.

—¿Por qué no me has llamado?

—Estuve un poco ocupada —le respondí.

Desde el día del casamiento, no lo había contactado en absoluto. Quería encontrar el momento adecuado para contárselo. No quería hacerlo perder su tiempo conmigo. Supongo que no había una mejor oportunidad que la de ahora.

—¿Tienes tiempo para almorzar? Estaré cerca de tu trabajo en la tarde.

—Sí, claro —dije.

—Entonces, nos vemos en el restaurante del primer piso a las doce. ¡Te veo luego! —dijo y colgó.

Levanté la mirada y me di cuenta que un grupo de chismosas se me había acercado en medio de la conversación. Durante esta semana se habían estado preguntando porque mi esposo nunca había venido a recogerme y porque nunca me llamaba. ¡Odiaba a la gente que se entrometía en la vida de otros!

Aunque, con resignación, acepté que tenía que cuidar mi relación con ellas porque todavía pensaba trabajar mucho tiempo aquí. Fue en ese momento se me ocurrió una brillante idea.

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