Novia del Señor Millonario romance Capítulo 30

La tarde del viernes todos salimos temprano del trabajo y cuatro buses nos esperaban en la entrada del edificio.  Nos alineamos para entrar y nos acomodamos en los asientos. Miré por la ventana, pero todavía no veía a Herbert llegar.

—¿Vendrá o no? —preguntó con ansiedad Joey.

—No lo sé —respondí con el ceño fruncido.

—Ay, dios, salimos en cinco minutos, no creo que venga. ¡Mi dinero! —sollozó mi amiga mientras se tapaba la cara con decepción.

—Bueno, si no viene, yo invito el almuerzo todo el mes —le ofrecí, derrotada. La verdad no pensaba que mis palabras lo hubieran convencido realmente.

—¡Señor Wharton, está aquí! —gritó una voz. Levanté la mirada y lo vi bajando las escalares en dirección a los buses junto con Connor y Allie.

—Realmente vino, ¡ganamos! —gritó Joey mientras me agarraba el brazo.

Herbert cruzó miradas conmigo y sentí mariposas en el estómago. ¿Qué pasaba conmigo? ¿Por qué me sentía tan emocionada al ver que sí vendría?

—¡El señor Wharton se quedara todo el fin de semana con nosotros! —comenzaron a decir extasiadas las mujeres.

—¡Cuatro mil dólares, querida! —celebró Joey mientras me entregaba un grueso fajo de billetes.

—¿Se podría llamar a esto hacer trampa? ¿Usé a mi esposo para ganar? —pregunté, sintiéndome un poco mal.

En ese momento, Herbert y los otros dos subieron a nuestro bus, pero se ubicaron en la zona VIP de la parte delantera. Todos nos callamos inmediatamente, y pude ver la emoción latente en el rostro de todas las mujeres. Desde mi asiento, podía verle la nuca. Me le quedé mirando y luego desvié los ojos con vergüenza. ¿Por qué te pones nerviosa? Solo estamos en el mismo bus, no te comportes como las otras.

Justo cuando el bus comenzaba a retroceder para irnos, Emma apareció haciendo escándalo.

—¡Espérenme! —gritó con la maleta en mano. Sus tacos hacían ruido contra el asfalto. Se subió y sin dudarlo, se sentó al lado de Herbert.

—¿Por qué está aquí? Ella no es una empleada —dijo Joey.

—Alguien debió decirle.

Fruncí el ceño al escucharlo y se me amargó la boca. ¿La había invitado Herbert? Emma nunca hubiera aparecido si nadie se lo hubiera dicho.

—Mi buen humor se ha malogrado —dijo Joey con los brazos cruzados.

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